Entregas en caliente / Visita conyugal

Después de impedir que molieran a golpes al hooligan inglés que intentó abusar de su mamá, Paco Jones es conducido a través de los pasillos del Reclusorio por Israel Lepanto, un asesino confeso que purga una condena de 40 años y que, al parecer, dirige las cosas allí adentro.

-Los custodios nunca vienen por aquí -dice Lepanto, mientras avanzan por una sección de celdas inundadas y sin luz-.

Israel conduce a Paco a conocer La Pared, algo o alguien que ayuda a los reclusos a "solucionar" sus urgencias sexuales durante su reclusión.

¿Qué será La Pared? ¿Un burdel subterráneo? ¿El nombre en clave de una matrona?

No, nada de eso. Cuando Israel abre la última puerta y entran en una habitación de techos altos, inmensa, Paco Jones se da cuenta de que La Pared es... una pared. Una larga, lisa y gigantesca pared llena de pequeños agujeritos, tallados con paciencia y cuidado a lo largo de los años. En la pared hay más de cien mil agujeritos. Es como si alguien hubiera intentado derribarla con una metralleta.

-Puedes pasar dos o tres semanas ubicando cuál agujerito se adapta a tu piola. A algunos les gusta apretado, a otros más flojo, pero rugosito. Hay agujeros que empiezan amplios, pero al fondo se hacen pequeños y te sacan todito...

Paco Jones mira La Pared con la boca abierta. Así que así es como le hacen aquí para mantenerse satisfechos. Observa los agujeros más altos que, por el contorno amarillento, se ven usados con frecuencia.

-Algunos traen su escalera -afirma Lepanto, orgulloso-. Mira, éste es el mío.

Israel Lepanto señala un agujero con entrada amplia y bordes texturizados que han sido tallados en el concreto.

-Si quieres te lo presto... dice, sin ocultar que en verdad le gustaría que el famoso Paco Jones utilizara el mismo agujerito que él para desahogarse.

-No, no -dice Paco, alarmado, pensando cosas absurdas...

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