Entregas en caliente / La última cabalgata

AutorGuillermo Hérdez

La boda de Rebeca con Felisberto Avellaneda era exactamente lo que ella había soñado desde que era una niña. Estaba viviendo un sueño. Le hubiera gustado planearla con más tiempo para que estuvieran todos sus seres queridos.

-Mi amor, yo ya no puedo resistir más -le había dicho Felisberto-. Llevo años buscándote; me urge hacerte mi mujer.

-Yo ya soy tu mujer y tú lo sabes, pero ¿cuál es la prisa? -respondió.

-Quiero irme ya de luna de miel. He soñado contigo todos estos años en Bora Bora, en Maui, en Bali, en Santorini. Terminaremos en la Riviera Maya y de ahí a tu casa a realizar la boda más grande que se haya hecho en Ciudad de México.

Rebeca se casaba perdidamente enamorada con el hombre de sus sueños.

Apenas terminó la ceremonia, caminó de la mano por el pasillo de la capilla recibiendo todo el cariño y alegría de la gente. Todos los querían abrazar, todos menos el tío Adolfo quien apretaba la quijada mientras veía a su hija Adolfina llorar en una esquina.

Bajo la lluvia de arroz, Felisberto y Rebeca caminaron hasta la salida donde los esperaba "Vertigo", su caballo favorito. El mayor deseo del viticultor era cabalgar con su esposa recién casados por sus viñedos antes de que comenzara la fiesta.

Como si estuvieran haciendo la mayor travesura, divertidos salieron cabalgando a toda velocidad mientras los invitados los vitoreaban.

Felisberto le dejó las riendas a su esposa mientras él le levantaba el velo, le besaba el cuello, le lamía el oído.

La pelirroja sintió cómo su marido subía sus manos por la cintura, le acariciaba el abdomen y luego las tetas con ambas manos. Poco a poco le fue desabrochando el vestido hasta que sus tetas quedaron al aire danzando al ritmo del galope. Después, le levantó el vestido que revoloteaba con el viento y le arrancó las...

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