Entregas en caliente / Suicidios con causa

AutorGuillermo Hérdez

Hay tristezas que son capaces de ir más allá de la eternidad. Tristezas profundas, de ésas que se anclan en el ánimo. Justo ése es el tipo de tristeza de Alrik. Hoy en día hay quienes prefieren llamarla depresión pero, lo cierto, es que la verdadera y profunda tristeza del sueco dista mucho de ser una patología cualquiera que se cure con fármacos. Alrik está triste por la muerte de su esposa. Desde hace ya demasiados años. Tantos, que le ha alcanzado para recorrer a pie buena parte del mundo. Pero caminar no basta para deshacerse de los recuerdos, de la sonrisa de su mujer, de la forma en que lo miraba cuando él la hacía alcanzar el orgasmo.

Y es justo esa tristeza, ese duelo, lo que hace que Alrik acepte la propuesta de Rebeca.

Es la propuesta más común del mundo. Un hombre y una mujer, solos en medio de un desierto, sus cuerpos aprendiendo a reconocerse. Alrik sabe que éste es un acostón más, que no le estará fallando a su difunta esposa.

Por eso aprovecha su descomunal tamaño para levantar a Rebeca con una facilidad asombrosa. Pronto la tiene sentada sobre sus hombros, lamiendo la vagina de la mexicana. Ella grita de placer mientras se sostiene del ventilador apagado. Sin embargo, el placer es tanto que pronto se suelta, cayendo de espaldas. Una ligera contorsión le permitirá apropiarse del miembro del sueco. Es un acto extremo de malabarismo sexual que termina cuando el sueco la toma de la cintura y la lanza contra el piso.

Rebeca queda a cuatro patas, en la típica posición de perrito. Siente cómo los dedos de Alrik le separan las nalgas y se prepara para recibir el miembro más grande que ha entrado en su cuerpo. Sus gemidos llegan tan lejos que Sadik Almohadí los escucha desde su refugio.

Le queda claro que...

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