Entregas en caliente / Salados

Perdidos en la Selva Lacandona, después de huir de unos revolucionarios que querían todo con Rebeca y nada con Paco Jones, la feliz pareja se ha refugiado de la lluvia y aprovecha para llevar a cabo algo largamente aplazado: el encuentro sexual que ambos han deseado por años y que nunca han podido consumar, por una u otra razón. Ella está tendida sobre el musgo con las piernas abiertas, completamente desnuda; él, también desnudo, realiza tremenda sesión de sexo oral usando con destreza la lengua. Le masajea el clítoris a intervalos con el pulgar y con la boca. Ella grita, liberada de la espera y la angustia de haber perdido tantas veces a Paco Jones, se sujeta de las piedras y mueve la cadera para encajarse la barbilla de su amante. Jones mete la cara en el sexo de Rebeca como si buceara en profundidades desconocidas mientras la presiona contra él sujetándose de sus nalgas prodigiosas.

En este momento, la erección de Paco podría sostener la bandera del Zócalo y sólo espera que Rebeca tenga un primer orgasmo derivado de su hábil chupada para ensartarla como dios manda, penetrarla una y otra vez hasta que los dos caigan agotados.

Pero la vida tiene otros planes para ellos. Por desgracia, otra vez tendrán que esperar para perder esa peculiar virginidad que ambos han perdido con medio mundo, pero que se han reservado el uno para el otro, porque Paco Jones siente el aliento caliente de algo que le olisquea los pies. No tiene que girar por completo porque Rebeca ya se ha puesto de pie y le informa qué es aquello:

-Hay un jaguar a punto de morderte el pie.

Jones da un salto y se pone en guardia. En efecto, un bello ejemplar de jaguar macho, de patas firmes y dientes afilados, está ahí, a punto de...

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