Entregas en caliente / Razones de peso

AutorGuillermo Hérdez

Paco Jones maldice el instante en que no leyó las letras chiquitas del contrato cuando aceptó el trabajo como mensajero. Le dijeron que era una chamba interesante; que no tenía que estar dentro de una oficina; que jamás se iba a aburrir porque le esperaban nuevas aventuras a cada momento. La verdad es que ya estaba harto de las aventuras.

"No había letras chiquitas en el contrato", se responde Jones a sí mismo. Entonces qué diablos hace bajando por las escaleras, los ocho pisos de un edificio, cargando el fardo del marido de su prima de 90 kilos sobre sus espaldas. Apenas lleva tres pisos y está tentado seriamente a lanzarlo por el cubo de las escalinatas. Su prima Felicia viene detrás recogiendo los zapatos que se le caen al paquete humano.

Basta con mirarle la sonrisa a Felicia para que el mensajero recuerde porqué hace las cosas. Su mirada no puede evitar bajar de los labios de su prima al frondoso escote donde Paco quisiera de una vez por todas zambullir su rostro.

-Pásale tú primero - tomando fuerzas, le dice Paco a su prima dejándola pasar y no lo hace por caballeroso, ni siquiera para agarrar un segundo aire, sino que lo hace para mirar nuevamente las caderas de Felicia y observar mejor desde la altura que otorga el desnivel de un piso al otro los senos redondos que se quieren salir de ese escote. "Ésas sí son razones de peso para estar cargando al bulto que llevo a las espaldas", se dice a sí mismo Paco, recobrando los ánimos y la seguridad que le da saber que haría cualquier cosa por recuperar aquel momento bajo las sábanas con su prima. Lleva años deseándola en sus sueños.

-¿Por qué te quieres divorciar de tu marido? -pregunta Paco Jones queriendo trivializar el hecho de estar bajando clandestinamente un cuerpo...

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