Entregas en caliente / El pozo de los deseos

AutorGuillermo Hérdez

Natasha, Ricky e Inmaculado lograron escapar del calabozo que se estaba inundando. Ahora están agotados y empapados. Por eso no dudan ni un instante en quitarse la ropa y acostarse sobre el pasto. Aunque Ricky quisiera follar una vez más con Natasha, lo cierto es que está exhausto. Así que, al igual que los otros, se queda dormido boca arriba.

El cuerpo de Natasha recibe el calor del sol. Es blanca, muy blanca, y sus muslos comienzan a enrojecerse al igual que sus tetas. Dentro del sueño, su inconsciente la obliga a ponerse boca abajo, para ofrecer sus nalgas al astro solar. Éstas, también, comenzarán a enrojecer.

Lo primero son unas risitas, después el inconfundible murmullo de quienes dan pasos rápidos. Natasha entreabre los ojos para descubrir a dos seres que la sorprenden. En un primer momento pensó que eran niñas, pero tienen facciones de adultas. Tan sólo son pequeñas. La risa tiene sus razones. Cada una se acerca hasta el miembro flácido de uno de los hombres. Lo miran y ríen, luego corretean, cambian de lugar y comparan.

No es una mala idea, piensa Natasha. Se incorpora para la sorpresa de las chicas. Para no espantarlas, hace lo mismo que ellas. Va hasta donde duerme Inmaculado y observa su miembro que, aún dormido, es ancho y apetecible. En cambio, el de Ricky es más largo. La verdad es que, entre su desnudez, las dos mujeres pequeñas y los miembros de los hermanos, Natasha ha comenzado a tener ganas de follar.

Así que se monta en Ricky quien no reacciona del todo. A la rusa no le importa, sabe que esto llevará su tiempo. Se mece sobre el miembro dormido y siente cómo, poco a poco, comienza a despertar. Observa, al lado, a las dos mujeres diminutas arrebatándose el mástil de Inmaculado. Los hermanos despiertan al mismo...

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