Entregas en caliente / Los poderes de la represora

AutorGuillermo Hérdez

La explosión que se detonó cuando Evangelina de la Mora y de la Teja activó el detonador fue tan fuerte que todos pensaron que ahí terminaban sus vidas.

En medio de una espesa cortina de humo y de las carcajadas estridentes de la terrorista y represora sexual, todos se fueron poco a poco incorporando del piso. Volteaban a su alrededor haciendo un recuento de los daños. En un principio les sorprendía que no había sucedido gran cosa aparentemente. Pensaban que era una estúpida broma de la mujer desquiciada y nada más. Minutos después, lamentarían los efectos de la explosión.

Por el momento, ahí seguía hincado, atado y amordazado Rómulo Arancio, en medio de un par de docenas de veladoras. Natasha bailaba desnuda a su alrededor de una manera tan erótica como para levantar a los muertos. Cada centímetro de su piel transpiraba sexo.

-Haz que sus podridos deseos les carcoman las entrañas -ordenó la represora. Sus perturbadoras carcajadas complementaban la amargura oscura de sus palabras.

Natasha se fue acercando a Rómulo como si fuera un depredador. El millonario, como una presa indefensa, se fue haciendo para atrás reculando en su pasado; en los recuerdos más sórdidos; en el sufrimiento espeso durante su época de eyaculador precoz.

La rusa lo jaló de las orejas embarrando su nariz en su sexo humedecido. Todos estaban esperando que Rómulo sacara su lengua y se deleitara con el elixir de la humedad, pero el millonario apretó los labios y retiró su cara.

De pronto, Ricky, Paco Jones y los demás, dejaron de sentirse atraídos por las maravillosas nalgas de Natasha, por sus tetas suculentas, por su cintura perfecta. Comenzaron a sentir asco cuando la rubia dio un paso al frente y con determinación, jaló de...

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