Entregas en caliente / Perseguido

AutorGuillermo Hérdez

En cuanto Paco Jones pone un pie en Génova, todavía con la adrenalina de ser perseguido por la policía costera, sin saber qué diablos contiene el maletín que lleva atado a la muñeca con unas esposas, lo espera un retén de camionetas negras, un helicóptero y varios motociclistas.

Él sólo pidió un aventón y resultó que el yate en el que se subió era un vehículo de contrabandistas internacionales. Qué perra suerte. Y ahora debe enfrentarse a la disyuntiva de correr por su vida y escapar, lo que lo haría parecer culpable de un delito que él no cometió, o entregarse y dar explicaciones que nadie le va a creer. Entonces, ¿debe terminar en una cárcel italiana llena de mafiosos de poca monta o debe intentar el escape en una ciudad que le es completamente desconocida?

Lo cierto es que está cansado de correr y siente que Rebeca está más cerca que nunca. No vale la pena arriesgar el pellejo por algo que no es suyo. Así que levanta las manos y se entrega. La persecución termina ahí, en ese mismo momento, pero el asunto está muy lejos de concluir.

-Llévenlo a la estación de policía y que no hable con nadie -dice una ruda mujer policía, vestida de civil, con la placa colgada al cuello y un ligero chaleco antibalas puesto sobre una blusa que no deja adivinar la forma de su cuerpo.

Y lo llevan. Lo dejan en el cuarto de interrogatorio durante horas. Sin agua. Sin comida. De pronto, la mujer policía, ya sin chaleco, entra y lo mira fijamente, como si quisiera matarlo con los ojos. Y podría. Es una mujer de casi cincuenta, curtida por la profesión, con un cuerpo grueso y medio plano, pero firme. Es caderona, todavía con unas nalgas paradas que, bien vistas, parecen tan jugosas como las de una mujer veinte años más joven.

-El portafolio no es mío, yo sólo era un pasajero, yo no sé nada, yo...

-Cállate. Ya...

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