Entregas en caliente / Una nueva nación

AutorGuillermo Hérdez

Consolación estaba esperando en el registro civil a que apareciera Lupillo para que ambos registraran como padres al bebé, pero el niño rico de la isla nunca apareció.

-¿Cómo se va a llamar el bebé? -le preguntaron.

Con lágrimas en los ojos y conteniendo la rabia, Consolación decidió que el niño se llamaría como los hombres que más placer le habían hecho sentir en su larga lista de clientes. Pensó en el marino de la armada norteamericana y en el otro que follaba como un toro salvaje, pero no se acordaba de ninguno de los nombres.

-Toro Navy -respondió con firmeza unos segundos después.

El niño creció en el burdel con la quimera en la cabeza de que el hombre más rico de la isla era su verdadero padre.

-¡¿Cómo va a ser mi hijo, si no se parece nada a mí?! -le había gritado Lupillo Ruttengott a Consolación después de follar nuevamente con ella- Míralo. Tiene otros colores.

-En esta isla estamos todos mezclados. Los colores de la piel, de los ojos y el cabello no tienen nada que ver. Mírate tú, por ejemplo. Eres rubio de ojo azul y eres hijo de una mulata.

-A mí no me vas a engañar, ese niño no es mío.

Toro Navy tenía seis años cuando escuchó esa conversación, una de tantas veces que su "papá" visitó a su madre en el burdel. Se le quedó encajado en lo más profundo el resentimiento.

Estaba enamorado de todas las prostitutas del burdel que lo trataban como a un hijo propio. Su sueño era crecer pronto para follar con todas ellas.

Siempre lo conectaban al televisor, pero a las pocas horas se las ingeniaba para escabullirse entre las ventanas y meterse en los closets o debajo de las camas para ver cómo follaban todas ellas y escuchar sus gemidos.

No se masturbaba, pero se abrazaba él solo el cuerpo imaginando cómo gemían en su rostro y lo miraban a los ojos languidecidas y extasiadas.

Poco a poco, los...

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