Entregas en caliente / Nidito de amor

AutorGuillermo Hérdez

Paco Jones y su prima nunca pensaron que besarse apasionadamente sobre la espalda de un cuerpo inerte podría ser un lugar tan romántico como para recordar lo que habían dejado pendiente bajo las sábanas años atrás, cuando eran unos adolescentes. El hecho de que esa espalda fuera la del marido golpeador de ella y que ahora la estuvieran agarrando como un incómodo, pero funcional nidito de amor, resultaba ser doblemente atractivo.

El mensajero acarició con sutileza las heridas de ella y poco a poco subió las manos hasta los senos de Felicia. Ella, por su parte, con suavidad, le acarició la entrepierna.

-¿Te sigues tocando? -preguntó Felicia recordando a aquel chamaco que se había masturbado antes de que ella se quitara la bata mostrando su desnudez.

La pregunta tomó desprevenido a Paco quien no pudo dejar de sonrojarse. Negó con la cabeza y con una mueca soberbia se le salió decir:

-No tengo tiempo.

Felicia soltó una carcajada rompiendo cualquier ánimo de intimidad.

-Uy, sí, el muy importante.

A Jones le hubiera encantado explicarle que no sabe cómo, pero que tiene mucha suerte con las mujeres y que con esto de andar saltando de una falda a otra, no tiene tiempo ni ganas de consagrarse al autoservicio. Iba a comenzar a justificar sus palabras, pero su prima, enternecida con el rubor del mensajero, selló los labios de Paco Jones con un beso húmedo y prolongado. Comenzaron a sentir la misma calentura que cuando eran adolescentes, sus manos no dejaban de explorar sus cuerpos cada vez más horizontales. Paco pasó su mano por las nalgas de ella acariciándolas y comenzaron a arrancarse las ropas, pero cuando Jones estaba a punto de llevarse un seno a la boca, de pronto algo comenzó a vibrar. Trataron de ignorarlo, pero el teléfono siguió insistiendo hasta que Felicia no se pudo...

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