Entregas en caliente / Mística Invocación

AutorGuillermo Hérdez

Antes de librar la batalla contra la lluvia de lodo, Gastón había colocado en el interior de la cueva, junto a la pequeña fogata, cinco jícaras policromas cubiertas de chaquira. Los diseños hechos por los diferentes jicareros, parecían premoniciones de lo que iba a suceder en el cielo. En todos aparecían en el centro las cabezas del hikuri o peyote, expandiéndose hacía los puntos cardinales atravesando las montañas hasta llegar a las nubes cargadas de fango.

Los artesanos, cuando elaboraron las jícaras, no sabían por qué sentían tanto dolor, era como si estuvieran describiendo la destrucción de su pueblo.

Antes de engranarse con los dioses y los ancestros a través del sueño, Gastón había llenado las jícaras con algodón blanco y encima, flechas cubiertas de chaquira y plumas de tecolote para cantarle a la muerte.

Por más que se engarzó al viento para luchar con fuerza, las nubes de fango lo estaban venciendo. Ya habían comenzado a caer del cielo gotas espesas de lodo. Las francesas, que estaban buscando un rincón donde acoplarse, recibieron la lluvia de barro.

Gastón estaba siendo desplazado por las nubes negras, cuando para su fortuna, apareció Gis Azul quien no renuncia al calor de su novio. Cuando ella se montó sobre la enorme erección, Gastón pudo sentir cómo los árboles lo sujetaron de los pies.

Pero por más que ella galopara con toda la fuerza de sus entrañas y el tuviera encajado su miembro en lo más profundo de la vulva, las nubes eran grandes y espesas, entonces Gastón se aferró a las tetas, encajó sus dedos y luego sus uñas, le mordió el cuello, la jaló de los cabellos y se afianzó de su cintura como si una fuerza mayor lo estuviera arrancando de esta tierra.

Cuando la lluvia de fango arreciaba sobre los cultivos, el fuego se le...

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