Entregas en caliente / Maremoto

Natasha impide que Rebeca se lance al océano y a las fauces de un tiburón. Atravesar el mar de Japón debería ser un hecho alegre, pues las olas tranquilas y la espuma blanca dan una sensación de que se ha llegado al fin del mundo en una paz total. Pero no. Rebeca no ha parado de llorar desde que salieron de Rusia porque Nicolai, el agente secreto, dio su vida o, al menos, entregó su libertad con tal de que ella pudiera escapar de sus perseguidores.

El amor verdadero es así, piensa Rebeca. Sin querer le reclama a Paco el que no esté ahí para protegerla; que lleven tanto tiempo tratando de estar juntos y que siempre terminen metidos en problemas. No es justo. Hay tantas personas en el mundo a quienes nunca les pasa nada y pueden vivir romances de años, sin que les suceda nada malo.

-Sí, pero esa gente se aburre muchísimo -le dice Natasha, la bella rusa que ha tomado un precioso color cobrizo y luce más hermosa que nunca, apenas ataviada con una camiseta larga que le llega a los muslos.

-Yo sólo quiero alguien que me quiera y que nunca me abandone.

-Paco Jones nunca te ha abandonado, lo que pasa es que tiene muy mala suerte. ¿No cruzó medio mundo para venir a buscarte cuando te secuestraron?

-Sí, y en el camino se folló a tres españolas, seis francesas, una portuguesa, unas turistas inglesas, varias italianas y no sé cuántas alemanas.

-Tú no te la has pasado mal tampoco.

Rebeca soltó una sonrisa y le tendió la mano a Natasha, quien la tomó cariñosamente y la besó.

-Además, también me tienes a mí. Ahora somos amigas y también podemos consolarnos, ¿ya se te olvidó?

-No, no se me olvida, pero es que han pasado tantas cosas que... la verdad es que estás preciosa hoy, ven, vamos aquí adentro.

Natasha se deja conducir por Rebeca y se sienta en la cama que hay en el único...

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