Entregas en caliente / Jaula de oro

AutorGuillermo Hérdez

Paco está nuevamente dentro de una celda.

La diferencia es que ahora pareciera que no está preso, sino dentro de una suite presidencial de uno de los hoteles más lujosos del país. Eso sí, muy bien custodiado. Lo llevaron ahí por el delito de beber más de tres caguamas. Bien sabe él que todo esto es una artimaña de Erlinda, la presidenta municipal, que como dice Ricky, gobierna con la vagina porque ya se folló a todos los villaflorinos y a todos los forasteros también. Paco piensa que ésa es la mejor manera de gobernar, aunque ya preso no está tan convencido.

La puerta de su celda se abre y jubilosamente, entra Pascasio, el hermano de Erlinda.

-¡Esto sí que se va a poner bueno!

Está tan emocionado que impulsa las ruedas de su silla para levantarse y se desliza unos metros de caballito. Paco sonríe, pero la sonrisa se le borra cuando Pascasio toma un látigo. El discapacitado se carcajea cuando ve la cara que pone el mensajero y entonces con toda destreza hace tronar el flagelo por el aire. Paco se horroriza y cierra los ojos con el chasquido.

- No te preocupes, si esto es para ti, pero tienes que aprender a usarlo. A ver, practícale.

Jones trata de usar el látigo, pero no logra sino enredarse con él. Pascasio se muere de risa. Paco se queda boquiabierto cuando a la celda entra Erlinda contoneando las caderas sensualmente vestida con un negligé súper cachondo.

- Ahora sí, vamos a terminar lo que comenzamos, mi rey —dice Erlinda antes de morderle un labio a Jones y de hundir la cabeza del mensajero entre sus propios senos—. Pero antes quiero que me hagas unas caricias con este artefacto, querido.

Dicen que el que es bueno para el dolor, es mejor para el placer.

—No va a poder, es primerizo —interrumpe Pascasio soltando otra carcajada.

Tú dale chance, que aquí gobernamos para todos ¿verdad, mi rey...

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