Entregas en caliente / Sin iniciativa

AutorGuillermo Hérdez

Paco Jones está desmayado, recibió una tremenda golpiza por parte de Gastón cuando no quiso dejarse estrenar por el marinero. El honor del mensajero salió intacto después de que pudo aplicarle al gigantón unos trucos que aprendió en las películas chinas que veía de niño, pero no se libró de traer la cara desfigurada de golpes y un par de costillas muy adoloridas.

Ahora está inconsciente, aunque ya se está recobrando. Abre un ojo, pero no puede ver nada; trae compresas heladas sobre los párpados, pero a través de un pequeño agujero alcanza a ver cómo se aproximan a él unos senos bronceados, firmes y redondos de bailarina que se desbordan por el escote, pasan a unos centímetros de su boca y se siguen de largo casi chocando contra sus ojos. Es Nubia, la bailarina colombiana que está acomodando una almohada para que Jones esté más relajado.

Paco voltea alrededor, se encuentra en el camarote de ella.

-Qué bueno que ya despertó. ¿Cómo me le va? Estuvo inconsciente como dos horas. El doctor decía que no era bueno que durmiera porque entonces no lo podríamos tener en observación y con la tunda tan arrecha que le pusieron...

Paco no puede despegar los ojos de la belleza de Nubia.

-Muchas gracias por todo, por curarme y traerme aquí, estoy muy apenado -dice el mensajero.

-No se preocupe, no es nada -contesta Nubia sonriendo.

Jones no puede quitar los ojos de esa sonrisa enmarcada por unos labios carnosos, suculentos y la mirada cachonda. Acostado ahí a su lado, en la calidez de su cama, Paco no puede reprimir una erección instintiva, pero después de todo lo que ella ha hecho por él, es incapaz de insinuarse. Nubia nota la erección y le sorprende el tamaño, fija la mirada unos segundos ahí, como tomando una decisión, después mira a los ojos al mensajero y sonríe. Paco está a la expectativa, no se le va a...

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