Entregas en caliente / Fea y poderosa

AutorGuillermo Hérdez

Desde que Maclovia vio las nalgas correosas, el cuerpo fibroso y la cabeza rapada de Ricky, se acordó de su hermano menor Celso cuando venía saliendo del reclusorio, pero cuando escuchó al taxista llorando a sollozos abrazado a Natasha, lamiendo tímidamente las tetas de la rusa, tuvo la sensación de estar viviendo de nuevo el momento en el que, cuidando a su hermano para que no saliera a la calle a drogarse otra vez, terminó follando con él perdiendo la virginidad. Con la follada vino el descuido y la fuga de Celso para nunca más saber nada de él.

No ha pasado un solo día en la vida de la carcelera que no deje de recriminarse el probable fatídico destino de su hermano. Si al menos hubiera encontrado el cuerpo de Celso en algún lote baldío, víctima de una sobredosis o acribillado por los narcomenudistas, pero no. Su conciencia no la deja descansar, por eso desde hace más de veinte años, siempre que sale del trabajo, se pone a averiguar entre los drogos y los dealers el paradero de su hermano, sin recibir nunca ninguna respuesta.

No sabe si es la añoranza, el deseo o la tristeza, pero se deja conducir por una emoción poderosa que la lleva hasta su catre a colocar su mano sobre el hombro de Ricky para consolarlo; para mostrarle que ella comprende su dolor porque de pronto se le escurren las lágrimas.

El taxista se voltea muy confundido para sentir cómo el enorme cuerpo de la carcelera se le echa encima aplastándolo contra la desnudez de Natasha.

Maclovia se apodera de la cabeza de Ricky y se la lleva a las tetas. El taxista siente que se ahoga entre las carnes generosas y desliza las narices para jalar una bocanada de aire antes de dejarse seducir por el calor y las exuberantes tetas...

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