Entregas en caliente / Exorcismo

AutorGuillermo Hérdez

Hace unos momentos todo eran gemidos, jadeos, risas desenfrenadas de gozo y explosiones orgásmicas, pero ahora reina un silencio absoluto. Paco Jones ha dejado de revolcarse con las tres madres de Lydya. Está paralizado frente al monitor de televisión viendo cómo follan su mejor amigo, Ricky, Natasha y el amor de su vida, Rebeca.

Las tres madres de Lydya están impresionadas con lo que sucede en la pantalla, pero sobre todo con la reacción del mensajero.

Paco deja de moverse, su miembro ya no es el mástil de un trasatlántico hundiéndose en los confines más profundos de Abigail, la madre mayor de Lydya. Ahora se queda quieto como un pescado muerto; su lengua ya no es la serpiente de tres cabezas luchando entre ellas dentro de la vagina de Betania, la más joven de las madres de Lydya, ahora es un molusco que se esconde dentro de su caparazón.

No se oye nada, quizás tan solo la ligera fricción de uno de los dedos de Damaris, la madre mediana de Lydya, la más parecida a ella, que no deja de acariciar su propio clítoris porque se ha quedado con ganas aunque haya follado ya tres veces con el mensajero.

Además de esa fricción, las madres de Lydya tienen la impresión de escuchar cómo resbala una lágrima por la mejilla de Paco y se voltean a ver entre ellas con los ojos bien abiertos porque esa es la señal de la culminación bienaventurada del rito que han llevado a cabo.

-¡Alilaya!, glorificado sea -grita Abigail secuestrada por el gozo- por un momento pensé que no lo podríamos lograr.

-¡Alabado! ¡Alabado! -explota Betania con una alegría inusitada que la lleva casi al llanto.

-Por fin le hemos sacado al demonio, por fin -se desahoga Damaris con una voz todavía jadeante porque se encuentra a mitad de un orgasmo y no lo quiere dejar a medias.

Las tres mujeres se abrazan desnudas...

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