Entregas en caliente / El estúpido machismo

AutorGuillermo Hérdez

Evangelina de la Mora y de la Teja es una cincuentona que se oculta tras ropas holgadas y una actitud que da miedo. Sin embargo, hace unas décadas, cuando acababa de entrar en su edad adulta, era una guapa muchachita que no tenía reparos en irradiar su sensualidad. Vestía ropa entallada, pantalones que le resaltaban las nalgas o esas primorosas faldas tableadas que le permitían lucir sus piernas bronceadas por las tardes en que se dejaba tostar por el sol en la azotea (sí, a Evangelina le gustaba subir al último piso de su edificio, quitarse la ropa y dejar que el sol se colara por cada uno de sus escondrijos o que cambiara el color de sus muslos, de sus tetas, de sus nalgas cuando se tendía boca abajo).

Sus problemas empezaron pronto, cuando se enamoró de Régulo. Era un muchacho con un trabajo prometedor, estaba guapo y bailaba bastante bien. El noviazgo se fue como seda. Se metían mano apenas los papás de Evangelina los dejaban solos en la sala. Sentir la mano de su novio en la parte interior del muslo la excitaba muchísimo. Más, cuando uno de sus dedos juguetones vencía la barrera del calzón. No llegaron más lejos por pudor y por las arraigadas costumbres de la época. Eso sí, Evangelina estaba segura que, a partir de la noche de bodas, todo iba a ser sexo apasionado y desmedido.

Se equivocó. En cuanto salió del baño en el hotel de Acapulco, ataviada apenas con un juego de lencería transparente con bordados, Régulo se le echó encima. Y cómo no, si su cuerpo era la delicia que él había imaginado. Casi le arrancó las prendas sin pensarlo. La tiró a la cama, le separó las piernas, la penetró... y terminó en menos de tres minutos. Evangelina supuso que sería por la excitación del primer encuentro y que en unos momentos su querido esposo se...

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