Entregas en caliente / Echar la mano

AutorGuillermo Hérdez

Paco Jones marca su teléfono y mira su reloj. No comprende cómo diablos no aparece Ricky. El taxista nunca le ha hecho algo similar, jamás lo dejó plantado y sobre todo, nunca se ha rehusado a contestar sus llamadas. Sabe que tendrá que buscar otra solución porque si no entrega a tiempo el maldito monigote de cristal cortado, va a perder la jugosa cuenta con "Cristales elegantes" y ahora sí, Rebeca lo va a matar.

Olga dijo que debían llevar el pedido a la casa del político, pero no prohibió entregarlo en otro lugar. Si ella habló de diez entregas, eso suena a regalos caros y masivos a políticos implicados en una misma comisión. Piensa que es probable que los destinatarios sean diputados o senadores. Siente angustia al pensar en su ignorancia. Seguro el tal licenciado es alguien famoso que él desconoce.

Un minuto después, se levanta del café de Reforma cuando se acuerda que su amiga Fátima trabaja como edecán en la cámara alta. Ojalá Marco Palín Moreno sea senador, se dice así mismo mientras atraviesa la plaza Manuel Tolsa, pasando junto al caballito.

-No puede entrar, joven -el guardia de seguridad es severo con Paco.

Para la fortuna de Jones, al extremo del pasillo alcanza a ver la silueta de su amiga de la prepa.

-¡Fátima! -grita sin intimidarse por el guardia.

De inmediato se acerca una mujer alta y esbelta, de nariz respingada y aires de suficiencia.

-¡Qué milagro! ¡Qué haces aquí, Paco!

Fátima lo recibe con un beso a la mitad de la boca, guardando la compostura frente al guardia, pero reviviendo antiguos recuerdos entre ella y Paco Jones.

-Necesito que me eches la mano, es urgente.

Sin decir palabra, Fátima lo lleva hacia afuera por la calle de Xicoténcatl. Paco Jones mira tras de sí alejarse la puerta de entrada al senado; su objetivo. Ella lo conduce...

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