Entregas en caliente / Desencuentro inesperado

Paco Jones acaba de ser ascendido. Olga, la dueña del restaurante de mariscos echados a perder, donde él trabaja lavando trastes en Niza, decidió que después de los tres orgasmos que le hizo sentir el mexicano, se merecía ascenderlo a mesero. Ellos siguen tirados en la cocina follando cuando se escucha que alguien entra al restaurante. Son dos mujeres y parecen estar muy enamoradas. Una de ellas es Rebeca.

-¡No puede ser! -dice Olga-. Nunca hay comensales a estas horas y ahora tenían que llegar. Qué mala suerte.

Ni siquiera esta intromisión evita que la dueña del restaurante siga cabalgando a Paco quien sostiene las tetas de la francesa con una amplia sonrisa. Ella es su jefa; la que decide lo que se hace en el restaurante y lo que no y decide no reprimirse el cuarto orgasmo, como tampoco se cohíbe con los gemidos cuando la erección le vuelve a comer las entrañas.

Sentadas a la mesa, Rebeca y su pareja, Amelie, una mulata hermosa dedicada a la lucha por los derechos de las mujeres africanas, se sonríen cuando escuchan los gemidos. Discretamente se quedan calladas y no exigen servicio. Al contrario, se solidarizan. Están convencidas que no hay nada más respetable y defendible en este mundo que el orgasmo de una mujer. Por eso se miran a los ojos con el deseo y la complicidad que les ha dado el haber compartido sus propios orgasmos.

Para cuando Olga y Paco terminan y ella se presenta en la mesa para tomar la orden, después de acomodarse los cabellos y alinearse la minifalda, Rebeca y Amelie ya se están comiendo a besos mientras se acarician las entrepiernas.

Paco se asoma desde la cocina para observar a los comensales y se queda helado cuando cree reconocer la espalda de la mujer que ama, Rebeca. Se acerca para cerciorarse...

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