Entregas en caliente / Confidencias de juventud

La mañana en que cayó el manicomio la ciudad estaba fría. El fuego comenzó en el laboratorio de experimentos avanzados, cuando dos pacientes se encontraron en el mundo hipnótico y algo en su interior entró en conflicto.

Los doctores apenas pudieron salvar su vida. Los pacientes quedaron a su suerte, rondando por la ciudad, sembrando el caos durante las más de doce horas que tardaron en capturarlos.

Los únicos que se quedaron ahí, escondidos en una celda confinada, a salvo del humo y del fuego, fueron Rebeca y Ricky, los causantes de todo esto.

-No sabía que follar en los sueños era tan peligroso.

-Lo que ocurrió fue que follamos, pero nuestro sentimiento de culpa hizo que nuestros cerebros enviaran señales mezcladas, muy intensas. Eso provocó que la máquina para proyectar nuestros sueños en el monitor sufriera una descompresión.

-Nunca supimos para qué quería ese doctor degenerado grabar nuestros sueños.

-Para jalársela -dice Rebeca y saca la cabeza por la ventanilla para ver si ya es seguro salir al pasillo. Pero no. El fuego aún consume todo el pabellón de locos peligrosos.

-Parece que nos quedaremos aquí un rato. ¿Cómo aprovechamos el tiempo? -pregunta Ricky y no puede dejar de mirar las hermosas tetas de Rebeca a través de la bata transparente.

-Ni lo pienses, cochino -ríe Rebeca.

-No, yo tampoco quiero. Natasha no me lo perdonaría -confiesa Ricky.

-Entonces cuéntame cuándo fue la vez que tuviste el peor sexo.

-Eso es fácil. La vez que follé con una tía en segundo grado, una señora que me enseñó, según ella, a chuparle la polla. Pero estaba tan seca y tan arrugada que apenas pude meterle la lengua. Lo peor es que cuando terminé, ella ya se había quedado dormida -Ricky hace cara de asco cuando recuerda ese episodio de su temprana juventud.

-Mi peor sexo fue con un...

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