Entregas en caliente / Una chica exigente

-¿Por qué lloras? -preguntó Paco Jones a Melody- ¿Te hice daño?

Venían de meterse una follada salvaje frente a la televisión china. Melody no dejaba de llorar. Había explotado en llanto en lugar de explotar en un nuevo orgasmo, como todos esperaban.

-No, el daño me lo he hecho yo misma alejando a mi novio de mí -respondió Melody-. Lo extraño demasiado. Todo lo que estoy viviendo contigo, debería vivirlo con él.

Jones no sabía cómo reaccionar. Apenas se estaba enterando que el tipo que había desaparecido, era novio de Melody.

-Todo fue culpa de mis celos -continuó-. Tuve una recaída. Hace muchos años que ya no era celosa, pero cuando vi a la china ésta cómo se le resbalaba, no lo pude soportar. Erick es mío y de nadie más. Podemos follar con todo mundo; él puede tener las mujeres que quiera; yo puedo tener los hombres que quiera; podemos revolcarnos en tríos, cuartetos y quintetos, juntos o separados, pero en el fondo, él es mío y yo soy de él. En lo nuestro, no cabe nadie más y la china ésa, no nada más quería sexo con él, no nada más estaba fascinada con su juguete, ella quería algo más.

Paco la escuchaba con atención y empatía; quería ser solidario con su tristeza. Los dos estaban desnudos y lo que menos quería él, es que Melody sintiera que lo único que le interesaba de ella eran sus maravillosas nalgas y sus tetas firmes y bien formadas, pero había una inquietud que no dejaba de corroerlo. Paco estaba viviendo su propia tragedia, una tragedia infantil y egocéntrica. Desde su primera vez, hacía ya miles de mujeres, nunca había tenido la sensación de haber dejado insatisfecha a ninguna de ellas y ahora, tenía ese temor.

-Yo no puedo vivir sin Erick. Sólo él sabe tratarme como a mí me gusta.

Paco ya no pudo resistir más:

-No quedaste satisfecha conmigo ¿verdad?

-Pues...

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