Entregas en caliente / La bahía del trueno

AutorGuillermo Hérdez

Kinuk, el esquimal, se ha detenido por provisiones en el pintoresco pueblo canadiense de Thunder Bay. Natasha y Rebeca aún duermen en el asiento trasero del Mustang, bajo la influencia de los vapores medicinales que Kinuk utiliza para mantenerlas en un estado de amabilidad constante, sin hacer preguntas y sin cuestionar los procedimientos extravagantes del esquimal.

En vez de quedarse en un hotel con vista a los grandes lagos, Kinuk decide acampar a un costado de la carretera, hacer una gran fogata y esperar que pase la noche. El linde del bosque oscuro es amenazante, pero él no presta atención a eso porque está ocupado con Natasha encima de él, con las piernas abiertas, encajándose en su miembro helado. Rebeca, por su parte, se ha hincado detrás de su amiga y le acaricia las tetas, pellizcándole los pezones, le besa el cuello, le revuelve el cabello.

Kinuk y Natasha terminan juntos. Los tres contemplan la noche estrellada y Rebeca se masturba sintiendo la hierba contra sus muslos. Es la mujer más feliz del mundo, sintiendo placer en medio de la naturaleza, bajo un cielo invernal y una luna llena.

Así se quedan dormidos, arrullados por el crepitar del fuego.

Pero en la madrugada profunda, Rebeca escucha su nombre, una voz lo pronuncia entre los gruesos árboles.

-Rebeca -la voz es profunda, grave, sensual. Rebeca está adormilada. Kinuk y Natasha están empiernados, desnudos, cubiertos con una manta, al resguardo de la fogata aún encendida.

-Ven, Rebeca.

Ella se pone los pantalones y se calza las botas. Se interna en el bosque, siguiendo la voz que la guía. Se siente irremediablemente atraída, una excitación brutal le crece como un golpe de calor entre las piernas. No puede explicarlo, pero conoce el camino, apenas iluminado por la luz...

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