Entregas en caliente / Atrapar la grulla

Cuando Jerome Martins y sus feligreses presenciaron cómo frente a su templo se había desmayado un hombre desnudo que corría desesperado mostrando su miembro flácido al aire, agitando los brazos como si pretendiera volar, interpretaron que se trataba de otra señal divina y que debían de alabar a ese hombre de piel morena y penacho morado. Era la viva representación de la pureza de la grulla que aparecía siempre en los sueños adolescentes del iluminado Jerome.

El ave, en los sueños, siempre evitaba la muerte del ciervo, por esa razón, los feligreses de la nueva religión "La efímera llama" no comían carne. El mensaje era muy claro, como también había sido claro que la grulla condujera a Jerome a una cueva con mujeres desnudas que se masturbaban y debían ser copuladas por el maestro. Por eso, nadie reprimía su deseo sexual ni dejaba espacio a las dudas cuando sentía atracción. Hacerlo significaba un acto de soberbia que pretendía imitar lo divino. En su sueño, Jerome lo había hecho y pagó el precio de su indecisión con la oscuridad.

Ricky no tenía idea de los ritos y creencias de la fraternidad. No sabía que el hecho de que Malú lo masturbara tan afanosamente era tan solo la primera prueba a su pureza y castidad.

En cuanto Malú salió, entraron Araminta y Ruby, dos veinteañeras desnudas que comenzaron a recorrer con sus lenguas el miembro del taxista. Ricky, extasiado, se puso a acariciar sus nalgas convencido de que ahora sí tendría una erección, pero por más que se concentró no logró nada, al poco tiempo de entrelazar sus lenguas por debajo del miembro blando del taxista, las chicas dejaron de lamerlo para comenzar a besarse y acariciarse entre ellas trepadas sobre él. Ricky pudo sentir sobre su pecho cómo sus...

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