Entregas en caliente / Amazona

Los tres africanos no tenían ni un gramo de grasa, a cambio tenían todos los músculos marcados. Les salían músculos arriba de los músculos, pero lo que era más impresionante de todo, era el tamaño de sus paquetes que llegaban más allá de las rodillas. Jones se descubrió a sí mismo mirando de reojo uno y luego otro para compararlos con el suyo y no le gustó nada esa comparación, sobre todo porque mientras sorbían de sus infusiones se les fueron levantando como mástiles de una fragata. Jones se sintió en desventaja y como no queriendo la cosa, se acercó a ver si alcanzaba de la infusión, pero no había tazas para él. La jueza había dispuesto que Petra bebiera la suya y de las cinco tazas no quedó ninguna para él.

Aunque los negros no se entendían entre ellos porque provenían de diferentes lugares de África, ya estaban bien integrados. Se comunicaban a señas y lograban comprenderse. Bastaba con que la jueza diera una orden en español con el nombre de una postura para que los tres se colocaran en una posición específica y comenzaran a erotizar a Esther Pantoja. Parecía que habían practicado durante meses porque cada uno de ellos sabía qué parte del cuerpo de la jueza estimular.

-¡Amazona! -gritó la jueza y de inmediato Ananga Uranga, que era el más negro de los tres, se acostó de espaldas y levantó las rodillas, colocando sus pantorrillas sobre la cadera de la jueza quien de inmediato se sentó sobre la erección de Ananga Uranga y comenzó a cabalgarlo. Timunga, quien era el más dotado de los tres, se acomodó de cuclillas a espaldas de la jueza y la penetró por atrás. Entonces Esther Pantoja comenzó a aullar como lobo y a gritar:

-Ay, guanajo, chuspicoate, síguele, síguele...

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