Ensamblaje de la maquinaria: una historia de la migración México-Estados Unidos

AutorDouglas S. Massey - Jorge Durand - Nolan J. Malone
Cargo del AutorProfesor de sociología y políticas públicas en la Universidad de Princeton - Profesor-investigador en el Departamento de Estudios de Movimientos Sociales en la Universidad de Guadalajara. - Doctor en sociología y demografía por la Universidad de Pensilvania e investigador en la Kamehameha Schools, en Honolulu, Hawai
Páginas31-60
LA HISTORIA DE LA emigración México-Estados Unidos es un caso único en el con-
junto de la historia de la migración internacional. Primero y ante todo, está el he-
cho de que no sólo están implicados dos países, sino dos estándares de vida muy
diferentes que comparten una línea fronteriza de 3,000 kilómetros de extensión.
Aunque la frontera entre Estados Unidos y Canadá también es muy extensa, el
nivel de desarrollo económico de este último es comparable en líneas generales
al de Estados Unidos y su renta promedio es ligeramente más baja. Además, su
población es menos que un tercio de la mexicana. Por tanto, la inmigración de
canadienses a Estados Unidos es en promedio solamente de 21,000 personas
al año –el 8 por ciento del número de inmigrantes que llegan desde México– y
está compensada por un número casi igual de ciudadanos estadounidenses que
se trasladan al norte, produciendo un flujo neto que ha fluctuado alrededor
de cero (Massey et al. 1998). Además, Canadá y Estados Unidos han tenido re-
laciones por lo general cordiales y las dos naciones han sido aliadas por años.
Canadá nunca ha sido invadido por Estados Unidos, y a pesar de una serie de
tratados históricos, nunca se ha visto forzada a ceder territorio a su vecino más
poderoso del sur.
Una segunda característica única de la migración México-Estados Unidos es
su antigüedad. Sus orígenes se remontan hasta el Tratado Guadalupe Hidalgo
con el que terminó oficialmente la guerra México-Estados Unidos en 1848. En
compensación por el cese de hostilidades, el final de la ocupación por parte de
Estados Unidos y el pago de la suma de 18.3 millones de dólares, México entre-
gó los actuales estados de California, Arizona, Nuevo México, Nevada y Texas
junto con algunas partes de Colorado, Wyoming y Utah. Aunque la frontera
fue de nuevo delimitada en 1853 (con el pago de otros 10 millones de dólares
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Ensamblaje de la maquinaria:
una historia de la migración
México-Estados Unidos
Capítulo 3
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DOUGLAS S. MASSEY, JORGE DURAND Y NOL AN J. MALONE
Estados Unidos compró la parte sur de lo que hoy se conoce como Arizona y
Nuevo México para asegurar la ruta férrea hacia el sur de California); desde
esta fecha la frontera ha permanecido básicamente igual, exceptuando algunos
ajustes menores.
El número de mexicanos que “entraron” en Estados Unidos, o se quedaron
en los territorios anexados, en virtud del Tratado Guadalupe Hidalgo fue re-
lativamente pequeño, quizá no más de uno en 50,000 (Jaffe, Cullen y Boswell,
1980). Casi todos los mexicoestadounidenses que hoy suman más de 15 millo-
nes son descendientes de personas que emigraron a Estados Unidos después de
1848. Durante el siglo XIX el movimiento entre los dos países era básicamente
local, se trataba de viajes cortos entre lugares que antes habían sido comuni-
dades integradas y que ahora las dividía una frontera. El norte de México es-
taba relativamente muy poco poblado y la demarcación fronteriza, salvo el Río
Bravo, era difícil de reconocer y prácticamente no estaba vigilada. Por tanto,
no es posible hablar exactamente de “migración internacional” entre México y
Estados Unidos hasta el siglo XX. La verdadera migración internacional exigía
una separación clara y definida de los territorios, proceso ideológico que asumió
diversas formas en diferentes lugares a lo largo de la frontera.
En El Paso del Norte, por ejemplo, el nombre histórico de la comunidad se
quedó en el lado de Estados Unidos (aunque con la forma corta) mientras los
habitantes del lado sur languidecían sin nombre hasta 1888, cuando Ciudad
Juárez fue finalmente incorporada (Durand y Arias, 2000). En los otros lugares,
los asentamientos mexicanos continuaron utilizando su nombre original pero
precedido con el adjetivo “nuevo” para distinguirlos de su contraparte del nor-
te. Después de 1848, por ejemplo, la porción sur de Laredo fue conocida como
Nuevo Laredo, aunque los dos asentamientos siguieron celebrando los mismos
días festivos y eventos públicos (Ceballos, 1999). La ciudad de Nogales, por su
parte, no adoptó ninguna de estas opciones: en los dos lados de la frontera con-
tinuó utilizando el nombre original, solución que quizá fue facilitada por el he-
cho de que no había ningún río que dividiera las dos mitades, la norte y la sur.
En general, solamente aquellas comunidades que surgieron completamen-
te después de la delimitación de la frontera adoptaron de forma explícita en su
nombre el país al cual pertenecían, de aquí las imágenes en espejo de Mexicali,
México y Calexico, California. Tijuana, que ha llegado a ser la ciudad más gran-
de y dinámica en la frontera, era solamente un pequeño rancho de 242 personas
en 1900, sin ninguna vía de comunicación que lo conectara con el resto de Méxi-
co. Su crecimiento y desarrollo inicial estuvieron más relacionados con sucesos
del norte que con los del sur de la frontera y durante muchos años funcionó
más como una extensión de Los Ángeles y San Diego que como una población
mexicana (Zenteno, 1995).

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