Enrique Krauze/ Progreso político

AutorEnrique Krauze

Tenemos una concepción restringida del progreso. Pensamos que el único progreso es el económico. Nuestro juicio sobre la marcha de la nación no discurre otras categorías. Ese es nuestro "marco teórico" y no salimos de él. En ámbitos académicos ("policy oriented", como se definen en inglés) el esquema se repite. No encontramos maneras complementarias de percibir y sentir el pulso real del país, o de los muchos países que integran el mosaico mexicano. En la prensa escrita no se practica el ensayo de fondo o el reportaje literario, la investigación larga, cuidadosamente pensada y bien escrita sobre un problema concreto cuya tipicidad ilumine la situación general. Las encuestas que leemos son útiles pero, en general, no demasiado imaginativas: reiteran las preguntas de cajón. Se critica (con razón) a la oficina del presidente por medir día con día su popularidad, pero se incurre en el mismo vicio. Unos y otros tratan la vida pública como una bolsa de valores: subió 6%, bajó 3%. En días de conmemoración como el 2 de julio, la tentación del juicio parcial -y las premoniciones del juicio final- se acentúan.

Las opiniones de ocho columnas (y más de ocho columnistas) han coincidido en un diagnóstico de retroceso y hablan de fracaso, parálisis, ingobernabilidad, frustración, lentitud. ¿Es verdad? Ciertamente, el contraste entre las promesas de campaña y las realidades es penoso: no hemos crecido al 7% ni se han generado todos los empleos previstos, no hay avance en las reformas urgentes (la del Estado, laboral, energética), la reforma fiscal resultó tardía y disforme, no hay mejoras definitivas en el tema que a todos angustia: la inseguridad. Pero varias de las encuestas que supuestamente demuestran el retroceso, no revelan un desánimo generalizado ni la sensación de que el gobierno ande al garete.

En lo personal he coincidido repetida y públicamente con varias críticas. Han faltado y siguen faltando muchas cosas en este gobierno: sentido de las prioridades, coordinación del gabinete (consigo mismo, con el presidente y con el PAN), consistencia en la política de comunicación, mesura (elegancia, prudencia, sensatez, discreción, respeto a la investidura) en el estilo personal de Fox. Su actitud con respecto a la cultura (que fue uno de los grandes aciertos del Estado mexicano, un timbre de orgullo desde tiempos de Vasconcelos, y aun antes, con Altamirano y Justo Sierra) ha sido, por decir lo menos, de una insensibilidad suprema. Sobre todas las cosas...

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