Enrique Krauze / ¡Que vivan los estudiantes!

AutorEnrique Krauze

Si Hugo Chávez ha pensado en convertir a Venezuela en una Cuba con petróleo, los venezolanos que se oponen han descubierto el antídoto. Es el movimiento estudiantil. En contraste con casi todos sus antecedentes en la región, más inclinados a la revolución socialista que a la democracia liberal, los "chamos" venezolanos no reivindican las ideologías estatistas del siglo 20 ni las pasiones románticas del siglo 19, sino los derechos humanos del siglo 18. Al mismo tiempo, son demócratas y liberales modernos, con una clara vocación social. No lanzan adoquines ni levantan barricadas ni alzan el puño desafiante. No son revoltosos, rebeldes o revolucionarios: son luchadores cívicos, reformadores pacifistas. Y encarnan una esperanza de reconciliación para un amplio sector de la sociedad venezolana.

Los movimientos estudiantiles fueron determinantes en la política iberoamericana del siglo 20. Siguiendo la pauta del que estalló en Córdoba, Argentina, en 1918, lucharon por la "autonomía universitaria", un ideal en apariencia inocente pero fundamental en países sin instituciones que limitaran el poder personal, a menudo tiránico. En 1921, un Congreso Internacional de Estudiantes reunido en México quiso concertar el repudio continental contra el dictador de Venezuela, Juan Vicente Gómez. En 1928, los estudiantes de ese país se propusieron derrocarlo. No lo lograron, pero su movimiento fraguó a la generación creadora del pacto democrático que -al margen de sus deficiencias y discontinuidades- se había mantenido hasta ahora, cuando Chávez ha intentado subvertirlo.

Junto al impulso libertario, casi todos los movimientos estudiantiles (en México, Cuba, Colombia) sintieron una marcada fascinación por la Revolución Rusa. En un primer momento, los estudiantes querían parecerse a "Sachka Yegulev", joven idealista que ofrenda su vida por la libertad (personaje de la novela homónima de Leónidas Andreiev). Pero llegado el momento de aspirar al poder, todos preferían otro modelo ruso: Lenin. La emulación se cumplió con creces en 1959 con el asalto al poder de Fidel Castro, fogoso líder de los movimientos estudiantiles cubanos en los 40.

A partir de entonces, desde el Cono Sur hasta México, dos generaciones de jóvenes revolucionarios soñaron con seguir su ejemplo y sucumbieron al hechizo, aun mayor, del Che Guevara. Se incorporaron a la guerrilla o predicaron las diversas doctrinas marxistas en la prensa y las aulas. El resultado fue trágico: se perdieron decenas de...

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