Enrique Krauze / La voz de las mujeres

AutorEnrique Krauze

El "macho" hace "chingaderas",

es decir, actos imprevistos y que

producen la confusión, el horror,

la destrucción. Abre al mundo;

al abrirlo, lo desgarra.

Octavio Paz

Las mujeres mexicanas han decidido tomar la iniciativa histórica. Enhorabuena por ellas y por México. La marcha a la que han convocado hoy y el paro nacional de mujeres que ocurrirá mañana pueden convertirse en un catalizador decisivo para comenzar a rescatar nuestra esperanza como sociedad civilizada. Ellas y solo ellas tienen la voz. Así debe ser. Saben que la indignación y la pasión son esenciales. Y saben que su movimiento debe durar, no unas semanas o meses: debe durar décadas.

Si los movimientos estudiantiles de México estaban justificados, el movimiento de las mujeres mexicanas lo está infinitamente más. Por eso, aunque sus metas son distintas y más trascendentes, es importante tomar en cuenta esas experiencias de nuestro pasado cercano.

En 1929, una inmensa ola de indignación juvenil atravesó las ciudades del país en protesta contra el militarismo de los jefes sonorenses. Lo encabezaba un líder cívico indiscutido y respetado: José Vasconcelos. "Haga que esto dure", le decía su joven consejero, Miguel Palacios Macedo, pero Vasconcelos no lo escuchó. Cuando sobrevino el fraude electoral del PNR (el primero en su larga historia, bajo otras siglas) salió del país a un largo exilio.

Fue una lástima. De haber atendido los consejos de los amigos que le pedían no apostarlo todo a un estallido de indignación sino formar una institución política, México hubiera contado con un sano bipartidismo desde 1929. Fue una oportunidad perdida y, para toda una generación, el fin de una esperanza que ya nunca reverdecería.

El segundo ejemplo es el movimiento estudiantil de 1968. Los vientos de libertad que soplaban en el mundo llegaron a México con una fuerza arrasadora. El gobierno -como ocurre siempre- no supo ver en quienes participamos en el movimiento más que una masa de marionetas manipuladas por la "mano negra" de los soviéticos y la CIA. No era así. Quienes vivimos esos hechos que marcaron nuestra conciencia política queríamos decir un NO multitudinario al sistema autoritario. Marchar libre y pacíficamente por las calles, sin temor a que nos aprehendiera o golpeara la policía o el ejército. Exigíamos diálogo. El resultado de esa segunda ola de indignación juvenil es conocido: primero la represión y el crimen, después la dispersión, la frustración, el olvido.

Fue una desgracia...

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