Enrique Krauze / Los valores de Barros Sierra

AutorEnrique Krauze

Para Fausto Zerón-Medina.

Participé como un estudiante más en el movimiento del 68. Luego del 2 de octubre, como consejero universitario por la Facultad de Ingeniería, estuve cerca del rector Javier Barros Sierra hasta el fin de su mandato.

Lo vi por primera vez en la famosa marcha del 1 de agosto por Insurgentes. Iba al frente, alto, grave y digno. Al lado suyo, el secretario académico Fernando Solana y el administrativo Jorge Ampudia. Inmediatamente atrás, muy joven, González Casanova.

Nunca antes un rector había salido del campus para marchar en protesta por actos represivos del Gobierno. Barros Sierra no dudó: el Gobierno había violado la autonomía universitaria allanando la Escuela Nacional Preparatoria. Había estudiantes presos y heridos. Antes de iniciar la manifestación, pronunció unas palabras:

"En la medida en que sepamos demostrar que podemos actuar con energía, pero siempre dentro del margen de la ley... afianzaremos no sólo la autonomía y las libertades de nuestra Máxima Casa de Estudios, sino que contribuiremos fundamentalmente a las causas libertarias de México".

Tras advertir la posible infiltración de provocadores, emprendió la marcha. El contingente, al que nos sumamos, era de 80 mil personas. De vuelta a la explanada, con la bandera nacional a media asta, Barros Sierra dijo:

"Jamás en mi vida me he sentido más orgulloso de ser universitario... No termina nuestra lucha con esta gloriosa jornada de hoy... ¡Viva nuestra Universidad! ¡Viva el Politécnico! ¡Vivan las instituciones hermanas! Pero por encima de todo: ¡Viva México!".

Después de la toma de Ciudad Universitaria por el Ejército (18 de septiembre), acudimos a su casa en Las Flores para pedirle que retirara la renuncia que había presentado "para no ser un obstáculo para la solución del conflicto". Nosotros coreamos: "si renuncia Barros Sierra nos iremos a la sierra". Apareció en un balcón para agradecernos el gesto. Lo acompañaba Eduardo Mata.

Barros Sierra despacharía en la Casa del Lago. Seguirían días de enorme tensión en las negociaciones con los representantes oficiales y los líderes estudiantiles. Todo terminó el 2 de octubre. La paloma de la paz que celebraba las Olimpiadas en el Anillo Periférico amaneció ensangrentada.

Al reanudarse las sesiones del Consejo Universitario, Barros Sierra nos hizo ver que el Gobierno pretendía asfixiar a la Universidad. Había que resistir largo tiempo. La zozobra fue permanente, pero la vida universitaria seguía...

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