Enrique Krauze / ¿Dónde está la sociedad civil?

AutorEnrique Krauze

No me encontraba en México aquella mañana terrible de 1985. Estaba en un congreso en Washington. No sé cómo pude comunicarme con mi esposa y comprobar que los hijos y la familia estaban a salvo.

Mi amigo Jorge Hernández Campos no fue tan afortunado: lloraba desconsoladamente en una cama de hotel porque alguien le comentó que su edificio en la Plaza Río de Janeiro se había derrumbado. No fue así. El edificio quedó inservible, pero su mujer e hijas se salvaron. Tardaría un día en saberlo. Sufrió una eternidad.

De vuelta recorrí con mi hijo León la ciudad en ruinas: el cruce de Monterrey e Insurgentes, la Avenida Juárez, la Roma, la Condesa. Edificios ligados a la infancia, icónicos, académicos, multifamiliares, todos derrumbados por el hachazo asesino de la naturaleza. Nos detuvimos largamente en Tlatelolco. Lloré como tantos otros, recordando espontáneamente esa otra destrucción que siglos atrás había inspirado al poeta mexica:

Llorad, amigos míos,

tened entendido que con estos hechos

hemos perdido la nación

mexicana.

Pero muy pronto advertí que por todas partes, en cientos o miles de actos heroicos, aparecía el milagro de la fraternidad. Aunque el Gobierno -como de costumbre- reaccionaba tarde, reaccionaba mal o no reaccionaba, la sociedad civil (que esos días comenzó a llamarse así) encontró su vocación. Ella sí reaccionaba.

¿Quién no admiró las hazañas de los "topos"? ¿Quién no se conmovió frente a Plácido Domingo, removiendo escombros en Tlatelolco? Días más tarde publiqué una crónica de los hechos. Transcribo la parte dedicada a los jóvenes:

"Desde los primeros momentos las calles se llenaron de preparatorianos, boy scouts, universitarios de todas las clases, que espontáneamente organizaron brigadas de salvamento de las víctimas y de apoyo a los damnificados. Miles... se arriesgaban entre las ruinas para lograr lo que se volvió voz común: "sacar gente". Cientos de automóviles ostentando una cruz o una bandera roja cruzaron la ciudad en un hormigueo incesante. Una imagen las contiene a todas: en algún lugar de Tlatelolco, un muchacho de escasos 15 ó 16 años encabeza el rescate. Lo obedecen todos: policías, militares, brigadistas. Porque sabe que la tragedia rebasa las posibilidades de esta o aquella autoridad, y porque intuye la lentitud de la reacción oficial, nace un líder natural.

"Los estudiantes desplegaron una auténtica cruzada de acopio y distribución de bienes, información y servicios. A las universidades...

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