Enrique Krauze / El rostro plural

AutorEnrique Krauze

Para León.

La civilidad de un país avanza con medidas pequeñas, fragmentarias, que poco a poco modifican las costumbres. En el tema de la discriminación racial hay actos que están a la mano: atañen a la imagen que proyectamos sobre nosotros mismos. A nuestros rostros.

A juzgar por los anuncios espectaculares del Periférico, México es Suecia: casi nunca presentan a mexicanos que no sean "blancos". El mismo paradigma arrogante se reproduce en las bobas páginas de sociales. Y lo vemos en la televisión, que ha impuesto ese mismo prototipo de belleza. Son pruebas palpables de que en México persiste la discriminación racial.

Distingamos entre la discriminación, la exclusión y el exterminio. En México hemos tenido de todo. Las empleadas domésticas -ese estrato social tan poco estudiado que no por casualidad se denominaba hasta hace poco "servidumbre"- sufren de discriminación (y clasismo). Los grupos indígenas, sobre todo en el sureste, han padecido una antigua y paralizante exclusión. Y hubo al menos un episodio vergonzoso de exterminio racial: el de los chinos en las dos primeras décadas del siglo XX.

También la historia latinoamericana registra experiencias de intolerancia étnica en sus tres variantes. Los argentinos prácticamente exterminaron a su población indígena, y nuevas investigaciones revelan que en Brasil la población de remoto origen africano enfrenta aún el prejuicio social y tiene muchas dificultades para alcanzar posiciones de poder económico o político. Lo mismo ocurre, sorprendentemente, en Cuba, donde a raíz de la severa crisis económica de 1994 revivió el tema de la desigualdad étnica cuyo combate fue un estandarte de la Revolución. Por lo visto, las sociedades de pasado esclavista enfrentan fuertes escollos para superarlo. En Perú, Bolivia, Ecuador y Guatemala prevalece el racismo ante el indígena, aunque ahora atemperado por las políticas inclusivas (de diverso signo ideológico) de sus gobernantes.

Todo esto es cierto, pero sigo creyendo que el odio racial a la manera estadounidense y sobre todo europea -el racismo que no sólo discrimina y excluye sino que sistemáticamente persigue y, en última instancia, extermina a un grupo por motivos raciales- ha sido menos común entre nosotros. Es el caso de México. Dejemos, si se quiere, la evidencia de un (gran) presidente indígena entre 1858 y 1872. O el que desde esa fecha quizá sólo dos o tres presidentes mexicanos hayan sido criollos. Pero admitamos al...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR