Enrique Krauze / Recuerdo del primogénito

AutorEnrique Krauze

Un escritor ama a todos sus libros como ama a sus hijos, pero al primogénito y al benjamín los ama de manera especial. No he escrito, espero, el benjamín de mis libros, pero a mi primogénito, "Caudillos Culturales en la Revolución Mexicana", publicado hace exactamente 40 años, lo recuerdo con particular afecto y emoción.

"Caudillos Culturales en la Revolución Mexicana" cuenta la historia del despertar del espíritu creativo en un grupo de jóvenes mexicanos que, siendo estudiantes, habían vivido como espectadores inermes e impotentes, temerosos y esperanzados, los años oscuros de la guerra civil.

Hijos del naufragio del Ateneo de la Juventud, orientados por la religiosidad cívica de Antonio Caso y el humanismo universal de Pedro Henríquez Ureña, su afán fue fundar, organizar, innovar e instituir.

Los inspiraron a la acción dos caudillos antitéticos (y complementarios): José Vasconcelos, en la cultura y el arte, y Plutarco Elías Calles en la vida económica y social. Todavía me emociona recordar sus hazañas, hechas como si México fuese -en la metáfora bíblica- "barro en manos del alfarero".

Más de una vez he narrado el origen del libro (un consejo directo de Daniel Cosío Villegas de estudiar a los intelectuales de su injustamente olvidada "Generación de 1915"); los pequeños milagros que me ocurrieron al trabajarlo (el acceso al archivo de Manuel Gómez Morin, ordenado por él antes de morir; la consulta de los papeles del abuelo de los Lombardo); los privilegios (el conocimiento de personajes como el célebre jurista Alberto Vásquez del Mercado, la melancólica escritora Palma Guillén, el ingeniero humanista Gonzalo Robles, el apasionado e inteligentísimo filósofo de la economía Miguel Palacios Macedo); las enseñanzas (las pistas biográficas de John Womack Jr., los consejos puntuales de Cosío Villegas, la sabia tutela de Luis González, la cercanía de Andrés Lira y Jean Meyer, la crítica oportuna de Gabriel Zaid); las bendiciones (el apoyo bibliográfico de Fausto Zerón-Medina, la orientadora paciencia de Isabel Turrent); mi buena suerte (la primera entrevista que concedí, nada menos que a Elena...

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