Enrique Krauze / Octavio Paz, presencia solar

AutorEnrique Krauze

En "Pasado en claro", su gran poema autobiográfico, Octavio Paz tiene un verso sobre su padre: "Lo encuentro ahora en sueños, / esa borrosa patria de los muertos. / Hablamos siempre de otras cosas". La orfandad traspasa la frontera de la vida para reanudar un diálogo interrumpido. ¿Qué decir de la orfandad intelectual? Tiene algo de oquedad, de vacío de sentido. Tiene algo de soledad, ese laberinto en el que Octavio descifró su vida y la de los mexicanos. Pero sobre todo, tiene algo, tiene mucho, de silencio. La orfandad intelectual es una oquedad y una soledad oprimidas por el silencio. Un silencio estruendoso y absurdo que es la otra cara de un deseo acuciante de hablar, de volver a hablar, con el padre intelectual, con el maestro, con el amigo. Aunque sea una vez más, aunque sea para hablar de otras cosas.

Al morir hace diez años, al menos tres generaciones de amigos y colaboradores de Octavio Paz quedamos de pronto en ese estado de orfandad. Parece absurdo que personas que entonces tenían ya cincuenta o sesenta años pudiesen considerarse huérfanos. Pero la orfandad, como tarde o temprano se sabe, no tiene fecha de caducidad. Jóvenes y viejos teníamos que enfrentar la vida (personal, cultural, política) sin una presencia que, de tan natural e intensa, parecía eterna como el sol: el sol de su presencia.

Había un arcaico elemento solar en la poesía de Octavio Paz. Pero también su vida participaba del símbolo. El escrutinio de sus ojos no cegaba ni perforaba: iluminaba y revelaba. Su mirada era la del curioso universal. El mundo "lo había hechizado". Todos los campos del saber y el arte le producían asombro y de ese asombro partía la necesidad inmediata de compartir sus hallazgos, con una alegría casi infantil. En su biblioteca, en la sobremesa, en las reuniones de Vuelta, en la charla telefónica, en sus cartas y, desde luego, en su obra, a propósito de una minucia o de un tema trascendente, Octavio era un surtidor de conocimiento puntual, de visiones originales y reflexiones inteligentes. Irradiaba luz intelectual.

Detrás de la luz, dentro de la luz, había fuego. Octavio buscaba el equilibrio clásico del siglo XVIII, pero su alma pertenecía al arrebato romántico del XIX y a las utopías revolucionarias del XX. Nada menos paciano que la paz de su apellido. Paz no era hombre de paz sino de guerra, de una buena guerra, una noble guerra intelectual hecha de indignación y de pasión. De indignación contra la superchería ideológica, la...

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