Enrique Krauze / Para entender la corrupción

AutorEnrique Krauze

El libro más reciente de Gabriel Zaid se titula El poder corrompe. En la portada, sobre una superficie blanca, cuelga una manzana mexicana: la hoja verde, el cuerpo rojo y la entraña blanca, revelada por la mordida. La mordida alude al sinónimo nacional de la corrupción, pero la manzana y el título sugieren algo distinto. Algo que se corrompe en el mundo natural. Y algo que se corrompe, naturalmente, en el mundo del poder.

La corrupción es lo que los mexicanos entendemos por mordida: la disposición privada del dinero público por parte de los servidores del Estado. Pero la corrupción es mucho más que eso. Para darle transparencia a esa palabra, Zaid recurre a una de sus muchas especialidades, la arqueología lingüística:

El uso de la palabra corrupción está documentado desde 1438. Viene del latín corruptio, cuya raíz indoeuropea (reup) comparte con romper, interrumpir, derrotarse (salirse de la ruta) y usurpar. Corromperse es desviarse, echarse a perder, dejar de ser lo que se es. Se dice de las cosas, de las personas y de la sociedad, del ambiente físico y el ambiente moral.

No todas las corrupciones son malas, explica: "Si los frutos no se pudren, las semillas no germinan. Si los niños no dejan de ser niños, no crecen. El español es un latín corrupto, pero no es deseable que vuelva a ser latín. La Revolución mexicana consolidó la corrupción como sistema político, pero acabó con la matazón".

Cuando acabó la matazón, la corrupción se volvió endémica. No formaba parte del sistema -escribió Zaid en los años ochenta- era el sistema. ¿Cómo combatirla? Hasta entonces no había encontrado más límite que la discrecionalidad presidencial. En su discurso de toma de posesión, Adolfo Ruiz Cortines regañó a Miguel Alemán por los excesos de su sexenio y eligió, hasta donde se sabe, un camino de rectitud, pero nada lo obligaba a hacerlo. Por supuesto, no fue la solución.

Miguel de la Madrid proclamó como uno de sus propósitos "La renovación moral de la sociedad" y estableció un ministerio para vigilar que ocurriera. Fue otro fracaso, no porque la corrupción en México fuese cultural o invencible, sino porque la estrategia partía de una premisa equivocada: que la corrupción del poder se combate desde el poder.

La premisa correcta es otra. Zaid la desarrolla en varias partes del libro, pero cabe en una frase:

El verdadero problema de la corrupción en el poder radica en la doble personalidad de todo apoderado. Su investidura representa algo distinto de su...

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