Enrique Krauze / La difícil modernidad

AutorEnrique Krauze

Para un país, ser a la vez premoderno, promoderno, antimoderno y postmoderno puede suponer ciertas ventajas, como saben quienes aprecian el mosaico cultural de México. Pero hay ámbitos de la vida mexicana donde la contigüidad entre los diversos tiempos no sólo es difícil sino explosiva. Uno de ellos es la política. Hace apenas unas semanas, en el Zócalo de la capital, la política moderna fue acallada por una alianza entre lo premoderno y lo antimoderno, en una escenificación postmoderna de "newspeak" orwelliano, fascismo tropical y el Sermón de la Montaña, que tendrá un "encore" el próximo 20 de noviembre, cuando López Obrador congregue a sus fieles para ser ungido como "presidente legítimo" de México.

¿Qué consecuencias tendrá el acto sacramental? Aunque ha perdido fuerza, López Obrador domina aún varias organizaciones premodernas. Son las bases clientelares que con manifestaciones y plantones paralizaron una zona de la ciudad: sindicatos de instituciones públicas, comerciantes informales, taxistas piratas. ¿De dónde obtienen el dinero? ¿Quién pagó las mantas que en un santiamén cubrieron el Paseo de la Reforma? Imposible saberlo con certeza. Hasta ahora, al parecer, han bastado las fuentes presupuestales del Distrito Federal, que el PRD maneja a discreción, tal como le enseñó su hermano mayor, el viejo PRI. Estas organizaciones se mezclan con decenas de grupos radicales -la militancia antimoderna-, que no constituyen propiamente una guerrilla pero sí representan una especie de "revolución blanda", una agresiva movilización de contingentes que no sólo acosará al presidente Calderón y a su gabinete, sino que se propondrá desquiciar la vida normal de los habitantes en zonas sensibles del país, todo en nombre de una supuesta "resistencia pacífica" contra "la usurpación".

Toda revolución, dura o blanda, es enemiga de la vida democrática. Por eso, aun las leyes que eventualmente se aprueben en el Congreso podrían volverse letra muerta. Los radicales (encabezados por López Obrador o por el siguiente redentor que aparezca, local o nacional) podrían boicotearlas abusando del derecho de manifestación como han hecho en Oaxaca: ocupando las calles, las universidades o las estaciones de radio, prohibiendo el libre tránsito, impidiendo la actividad económica o la impartición de clases e infringiendo las leyes de muchas maneras y con la impunidad que les otorga su aura revolucionaria. Ante este atropello al orden legal, agotados los recursos de...

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