Enrique Krauze / Entre el César y Dios

AutorEnrique Krauze

Aquel remoto día de diciembre de 2000 en que Vicente Fox tomó posesión hubo, según se recordará, dos ceremonias. La primera, en el Palacio Legislativo, fue casi memorable. Casi, porque a despecho del buen discurso y del ánimo justificadamente festivo, tan pronto como subió a la más alta tribuna de la nación, lo primero que se le ocurrió a Fox fue saludar a su hija con un coloquial "¡Hola, Paulina!". Aunque extrañados con el gesto que contravenía el protocolo y hasta el mandato constitucional, muchos lo pasamos por alto. No debimos: era la primera muestra de que Fox incurriría en la irresponsabilidad de no distinguir entre la esfera pública y la privada. Horas después, los invitados nos trasladamos al Auditorio Nacional, donde al flamante gobierno organizó una especie de "encore" masivo de la toma de posesión. Allí estaban los miembros del gabinete. Algunos habían llegado por el método de un "head hunting" que constituía un segundo presagio negativo: el Presidente no atinaba a distinguir entre la práctica empresarial y la política. Pero el colmo sobrevino cuando de pronto apareció en escena la hija del Presidente para darle en mano un gran crucifijo. Hasta algunos ministros quedaron perplejos. Era el tercer presagio de una futura gestión marcada por la imprudencia, la inexperiencia y la confusión: mezclar lo humano y lo divino.

Explosiva en todo momento y en todo lugar, desde las Cruzadas hasta la Cristiada, la mezcla se repitió en varios momentos del sexenio, desde los habituales y aparentemente insustanciales -como su presencia en misa- hasta los más dilatados, como su idilio con "la Señora Marta". Aquella telenovela nacional que distrajo la atención de los mexicanos por largos meses, terminó coronada con el final feliz de una anulación matrimonial por parte del Vaticano y un beso frente a la cúpula de San Pedro. A estas manifestaciones públicas de amor y fervor, siguieron otras, nada divertidas, que publicó la prensa sobre la influencia en los Pinos del oscuro grupo ultraderechista "El Yunque". Alguna vez me tocó atestiguar la calidad moral de uno de esos personajes encumbrados, muy próximo al Presidente. En un desayuno me dijo, ya en confianza: "En Los Pinos trata uno todo tipo de gente extraña, hasta judíos." Admiré su tolerancia al compartir conmigo el pan y la sal.

Hace unos meses entró a la Secretaría de Gobernación Carlos Abascal, hombre de sólida trayectoria como líder empresarial y de aguerrida estirpe católica. A juzgar por la...

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