Enrique Krauze / Caballería política

AutorEnrique Krauze

"La caballada está flaca", dijo alguna vez el gobernador y cacique de Guerrero Rubén Figueroa, refiriéndose a los precandidatos de la cuadra que ganaba todas las carreras en el pasado. La caballada actual, más robusta y briosa que la de entonces, es también más numerosa y variopinta, pero corre desbocada, antes de tiempo y por fuera de la pista.

El extraño fenómeno -inédito en la historia de nuestro hipismo político- empezó a mediados del 2003, cuando el meritorio ganador de la carrera del 2000 decidió interrumpir su reinado y adelantar inexplicablemente la temporada del 2006, en un momento en que no había siquiera espectadores en el Hipódromo. Al hacerlo provocó un desconcierto general: desorganizó al gremio entero, interrumpió los aplausos que todavía se escuchaban por su hazaña, se restó a sí mismo espacio y capacidad de maniobra, se encerró en la caballeriza de Los Pinos, abrió el apetito de los dueños de las cuadras, desorientó a los caballerangos de su propio establo y crispó los nervios de caballos (y yeguas). Es verdad que algunos solitarios habían comenzado a despuntar. Fue el caso del "Güero" Castañeda, caballo nada flaco (sagaz, comprometido) que seguramente verá premiado su apego al dicho "Más vale paso que dure y no trote que canse". Otro ejemplar sobresaliente era el marcado con las siglas AMLO, pero él mismo se había "dado por muerto", no porque no tuviese ambiciones de competir, sino porque quería concentrarse en su coto citadino y prepararse bien para cuando llegara la grande. El disparo de salida cambió las señales y provocó la loca estampida. Ahora todos merodean el arrancadero: percherones experimentados, perfumados corceles, tordillos prometedores, rocines flacos, lentos jamelgos, azabaches de oscura reputación. Vivimos una aburrida, costosa, absurda, estéril antesala de la carrera del 2006: promoción anticipada de imágenes equinas en anuncios, carteles, espectaculares; diarias e inútiles encuestas del pulso hípico nacional; cruce frenético de apuestas. Mientras tanto el público (el sufrido e ingenuo público) se ha mudado a vivir en el Hipódromo sin saber casi nada de los caballos y sus cuadras, y -peor aún- sin darse cuenta de que la carrera decisiva no será la Presidencial.

Gane quien gane esa contienda en el 2006, su triunfo no será absoluto. Lo más probable es que el Congreso le será adverso. Suponiendo que las elecciones sean inobjetables e inobjetadas, ¿qué harán el candidato ganador y su partido? ¿Qué harán los...

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