Enrique Krauze / Acá estamos

AutorEnrique Krauze

Ustedes todos, ustedes todas, héroes plurales, honor del género humano, único orgullo de lo que sigue en pie sólo por ustedes.

José Emilio Pacheco: "Las ruinas de México"

¿Dónde están los jóvenes?, nos preguntábamos hasta hace unos días, lamentando su aparente desidia ante la vida pública. Y ahora los jóvenes nos han refutado de una manera magnífica: "acá estamos", nos dicen, con sus actos de anónima heroicidad. "Acá estamos", no en la grilla miserable, no en la comparsa de cualquier propaganda. "Acá estamos", organizados, prácticos, autónomos, solidarios, dueños de una madurez que los mayores no imaginaban, listos para reaccionar cuando la naturaleza golpea, cuando de veras se necesita.

En efecto, acá están, libre y fraternalmente, salvando vidas, limpiando con sus manos las montañas de escombro, paliando el dolor. Y así, sin vanagloria, han reivindicado frente al mundo el rostro admirable del pueblo mexicano.

Los vi caminar por División del Norte con palas, zapapicos, cubetas, carritos de súper. O en bicicleta, con sus cascos, un morral con víveres y una banderita nacional. O en camiones, camionetas, motocicletas. Sabían que en la calle de Petén y Emiliano Zapata se había derrumbado un edificio. Me detuve y caminé hasta la escena. Una tienda de aparatos electrodomésticos estaba parcialmente abierta, sin resguardo, con los vidrios rotos. Nadie reparaba en ella.

Al fondo alcancé a ver la montaña de concreto. Encaramados en la cima, un enjambre de muchachos trabajan para buscar sobrevivientes removiendo todo lo que encuentran: vigas, bloques de concreto, tabiques, alambres, rejas, muebles. "Abajo había una tintorería -me explica el reportero Daniel Rentería, que encuentro al azar- rescataron a un anciano, y a una señora, ya muerta". En medio de la calle, dos hileras de chicos perfectamente ordenados flanquean el camino para que pasen los carritos que traen el escombro hacia un camión. Todo ocurre casi en silencio. Los chicos verifican la distancia entre uno y otro para hacer eficiente la operación. Las cubetas pasan de mano en mano. Un muchacho algo mayor recorre la fila dando órdenes claras y firmes. Todos traen tapabocas. (Yo no, y uno me lo ofrece). En un momento, la labor de rescate se reorienta a la calle de Eugenia. En completo orden, se organizan brigadas para acudir a la siguiente estación de la tragedia.

Toda la Colonia Condesa, donde nací y donde he vuelto a vivir, es una marea humana. Camino...

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