Enrique Krauze/ El futuro de Marcos

AutorEnrique Krauze

Según José Saramago, gran escritor pero comunista irredento, Chiapas es la Nueva Jerusalén, los zapatistas el Pueblo de Israel, Marcos el redentor, don Samuel Ruiz San Juan Bautista y él, Saramago -presumiblemente-, uno de los apóstoles. No está solo en esa convicción: lo acompañan intelectuales prestigiados, sobre todo en Europa. Se comprende: luego de la caída del Muro de Berlín necesitaban una topía para la utopía: de no haber aparecido Chiapas, la habrían inventado. Junto con esas voces resuenan las de no pocos internautas en el planeta y nutridos contingentes de jóvenes turistas revolucionarios que visitan Chiapas para darse un baño de pureza moral, sentirse pequeños y retrospectivos Ches Guevara, y regresar a sus países henchidos de fervor neoindigenista. En su piadoso peregrinar por los caminos de la selva ven lo que quieren ver: una sociedad polarizada entre indios y militares. Pero no ven la compleja verdad: una sociedad indígena polarizada entre zapatistas y no zapatistas. (No hay que perder de vista que, en la elección del 2 de julio, en los municipios indígenas del 5o. Distrito -la mayor parte de los Altos de Chiapas-, el 70.1 por ciento de los votos fueron para el PRI). México no es un país dividido entre indios explotados y no indios explotadores. México es un país mestizo cuyo problema mayor no es de índole racial sino social y económica: la pobreza y la desigualdad.

El responsable supremo de esta mistificación es Marcos. Antiguo profesor de diseño gráfico, marxismo y teatro, Marcos logró en un brevísimo lapso una reconversión genial, una mutación que el Che Guevara -su ícono interno: pipa soñadora, pluma en ristre y, por añadidura, afección asmática- habría admirado: la metamorfosis de un foco guerrillero convencional, campesino y anacrónico, en un movimiento exitoso y eficaz, una auténtica invención revolucionaria que Gabriel Zaid caracterizó como la primera "guerrilla postmoderna". Aunque se han publicado volúmenes enteros con su obra, las revelaciones sobre su identidad son fragmentarias. Marcos es un misterio dentro de un enigma. ¿Lo seguirá siendo por mucho tiempo? ¿Perderá el halo que lo envuelve al salirse eventualmente de su máscara?

En la nueva era democrática de México, Marcos -apenas un muchacho de 43 años- tiene un campo abierto para discurrir una trasmutación aún más alucinante que la que realizó hace unos años, de la guerrilla convencional a la internética: podría volverse un líder político de la izquierda -hoy...

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