Encuentros con México / Jungapeo donde abunda el agua

AutorRicardo Diazmuñoz y Maryell Ortíz de Zárate

En este territorio de frescuras y verdores tendrás que caminar mucho para gozar de las fastuosas montañas michoacanas y sus bosques; éstos dominan el territorio municipal donde también hay pequeños valles y planicies feraces con huertas de mangos, ciruelas, chicozapotes y mameyes.

Encontrarás hilamas (noviembre, diciembre), anonas (enero, febrero) y muy diversas frutas a lo largo del año; guayabas siempre, pues Jungapeo es un productor excepcional de este fruto seductor. Cuando camines gozarás, además de bosques, de grutas, cascadas, ríos, arroyos y manantiales, algunos de aguas termales curativas.

El pueblo de Jungapeo no es encantador, pero eso no debe importarte. A un costado de la plaza central se yergue el templo consagrado a Nuestra Señora de la Asunción (siglo 18, según documentos imprecisos). Después de visitar la parroquia camina por las calles, en cualquier momento te encontrarás con don Julián García, su fragua y sus martillos; don Julián es hacedor de machetes de hojas curvas, casi hoces; esta herramienta de hierro la verás en la mano o colgada al cinto de todos los campesinos y jardineros.

En Jungapeo hay rocas y agua en abundancia, lo que justifica el topónimo del municipio, que según el diccionario de Geografía e Historia significa "lugar de piedras y agua". Algunos etimologistas derivan la palabra de la palabra chichimeca Xungapetu, "lugar amarillo".

Te recomendamos que antes de iniciar tus exploraciones te alojes en el Hotel Agua Blanca Canyon Resort, un pequeño establecimiento que conserva las características de la arquitectura vernácula regional; posee varios manantiales termominerales y dos cascadas. En la piscina puedes gozar de los beneficios que proporciona su agua curativa.

Por las mañanas podrás vagabundear por los cerros circundantes y la histórica mesa de Cóporo, donde los hermanos Ignacio y López Rayón se fortificaron y fueron asediados por los realistas del virrey Calleja durante la guerra de Independencia.

Descenderás hacia el sur (2.6 kilómetros) para afanar tu andanza por los vestigios de la antigua hacienda San Miguel de Púcuaro, predio que perteneció a los condes de Miravalle. Los decires te contarán que la condesa era una mujer muy rica y de una crueldad extrema; te dirán que introducía en su alcoba a los esclavos más apuestos y luego ordenaba que los mataran; te comentarán que entre 1725 y 1764 sostuvo juicio contra los religiosos que la acusaron de herética y que tuvo que viajar a Roma para pedir la...

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