Encuentros con México/ En las estribaciones de la Mujer Dormida

AutorRicardo Diazmuñoz y Maryell Ortíz de Zárate

Viajar por el viaje mismo. La cuestión es moverse

Robert L. Stevenson

San Miguel Huejotzingo

A 16 kilómetros; 15 minutos, de San Martín Texmelucan; a 14 kilómetros, 12 minutos de Cholula

"Saucito", traducción de Huejotzingo, ha sido elogiada numerosas veces por sus fábricas de sidra, sus frutas y verduras en conserva, sus dulces (jamoncillos, frutas cristalizadas y ates), su carnaval, las máscaras de piel que se elaboran para esa ocasión, sus talleres de papel picado, sus vinos de frutas y su convento fortaleza construido por los franciscanos en 1550.

El señorío, fundado por los olmecas-xicalancas y habitado posteriormente por los tolteca-chichimecas, tuvo su apogeo en los Siglos 13 y 14. La ciudad de Huejotzingo se encontraba oficialmente en las faldas del Popocatépetl (según Torquemada, "Monarquía Indiana"), pero buscando terrenos más fértiles y propicios para la agricultura, fray Juan de Alameda fue autorizado para dejar las barrancas y asentar el poblado, en 1529, donde se encuentra en la actualidad.

Durante la época precortesiana, el señor de Huejotzingo protegió a Moctezuma Ilhuicamina ("El Flechador del Cielo") y al joven Nezahualcóyotl ("Coyote hambriento"), perseguidos por los tecpanecas. Cuando ambos fueron soberanos de Tenochtitlan y Texcoco, respectivamente, nunca olvidaron a quien resguardó sus vidas.

El señorío de Huejotzingo participó en las guerras floridas (guerras sagradas, combates exclusivamente ceremoniales), a fin de obtener prisioneros para sacrificarlos en honor del sol.

Diego de Ordaz, el encomendero que arribó a la cumbre del Popocatépetl y primer español en remontar el curso del Orinoco (1531) en busca del mítico Eldorado, alentó la construcción de grandes edificios civiles en el lugar.

En un solar de amplias dimensiones, fray Juan de Alameda, sacerdote franciscano, culto, inteligente y constructor de conventos, erigió el de Huejotzingo, cuya imponente arquitectura combina elementos góticos, renacentistas, barrocos y mudéjares. En sus muros interiores posee pinturas al fresco que han sido restauradas con esmero; asimismo, conserva una pintura donde quedaron plasmados los 12 franciscanos que llegaron a tierras mexicanas consumada la caída de la Gran Tenochtitlan.

En el atrio, de apacibles áreas verdes, el venerable fray Martín de Valencia bautizó y casó a cientos de indígenas. Las cuatro capillas posas (1550, aproximadamente) nos invitan a un minucioso recorrido. En ellas se aprecian dos emblemas franciscanos: el...

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