Encuentros con México/ Sueños dadores de realidades

AutorRicardo Diazmuñoz y Maryell Ortiz de Zárate

RUTA DE LOS FOSILES

"Aún tan recientemente como hace un siglo, viajar es una especialidad"

Paul Bowles

Misión de Igollo

A sólo un kilómetro de la población de Ocampo se encuentra uno de los ámbitos más fascinantes que hemos visitado: los vestigios de la Misión de Nuestra Señora de la Soledad de Igollo, construida en 1749 en el valle de Tanguanchin. De su "planta magnífica y hermosa", según la crónica, sólo se conservan la arcada interior, los muros y los contrafuertes.

La austera construcción fue saqueada durante años; los depredadores se llevaron, incluso, las recias vigas que sostenían el techo. Ahora, arruinada, es "campo santo". Parte del atrio, la nave y la sacristía están invadidos de sepulcros, muchos datan de la centuria pasada, según fechas que se consignan en algunas lápidas y cruces.

Un higuerón se ha adueñado de la vetusta piedra de los muros que colindan por dos lados con cañaverales; las raíces han resquebrajado granito, losas e inscripciones funerarias, y un viento cantador que va y viene mece la reja de hierro sostenida por el espesor de la barda. Región de ancestros donde la realidad ha sido fraguada por imágenes oníricas. De soledades se enseñorea el terreno.

Tanguanchin

Menos de un kilómetro hay que transitar para llegar a La Alberca, nombre del arroyo y del parque recreativo custodiado por milenarios sabinos. Para acceder a la zona arqueológica, enclavada al pie de la sierra de Tamalve, el viajero camina por un sendero crecido en naranjos y palmas reales, cruza dos verjas de madera, las cuales tiene que cerrar tras de sí para que el ganado no invada terrenos, y luego se detiene frente a lo que fuera asentamiento huasteco.

La antigua ciudad de Tanguanchin, "lugar florido de sonajas", consta de tres conjuntos ceremoniales, el central con una gran pirámide rectangular de dos cuerpos y montículos circulares. Los huastecos tenían predilección por lo circular, por todo aquello que exaltara la continuidad y la sensualidad. Orlando Ortiz, escritor nacido en Tampico, escribe: "...pienso que la huasteca no es una región, eso es falso; la huasteca es un estado de ánimo en el que prevalece una sensualidad exacerbada, un erotismo regocijado y una vitalidad sin embozos, unas ganas de ser y hacer, un deseo de prolongarse hasta el infinito y fundirse con el entorno. Permanencia dinámica y viva. Fecundación. Eso es lo que está detrás de las costumbres y mentalidad de los huastecos originales, o mejor dicho en el espíritu de la región".

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