Encuentros con México/ Por los caminos de Aridoamérica

AutorRicardo Diazmuñoz y Maryell Ortiz de Zarate

RUTA DE LOS MAYOS

Sexta de seis partes

En la percepción visual casi nunca se ve un color como es en realidad, como es físicamente

Josef Albers

Guardianes del color

Antes de visitar los parajes de las presas, es excitante hacer un recorrido por la terracería que nos conduce, primero, a Capomos (12 kilómetros; 17 minutos), una comunidad mayo donde cinco familias se dedican a la alfarería. Algunas mujeres indígenas son guiadas por el ceramista Francisco Javier Silva, quien las estimula para crear diseños novedosos y trabajar con nuevas técnicas, sin dejar de aplicar las antiguas. Doña Dominga Mariscal Estrella y Sofía Estrella Armenta son depositarias de las técnicas ancestrales.

Trabajan con arcillas de la zona: negra y amarilla. Una vez amalgamadas ambas arcillas, seleccionan los pigmentos minerales para preparar el engobe (barnizado) que puede ser amarillo, negro, rojo o blanco.

"¿Por qué no usan pigmentos de otros colores?", le preguntamos a Francisco Javier.

"El barro es muy celoso", nos contesta. "Los elementos tienen la mística del lugar, su humor, por eso los colores tienen que ser los de la región".

Abandonamos Capomos, y dejando atrás algunos caseríos nos detenemos en El Realito (a 6 kilómetros; 15 minutos) para conocer a uno de los más famosos médicos tradicionales de Sinaloa, don Jesús Díaz González.

"Don Chuy", como lo llaman cariñosamente, es un hombre de 70 años que fue médico militar y que decidió vivir en este sitio hace varios años, para poder dedicarse al estudio de las hierbas medicinales.

El mismo cultiva muchas especies en su amplio jardín, otras las trae de diversas regiones de Sinaloa y del país. Su prestigio ha cruzado las fronteras del estado y las nacionales. A la entrada de su casa se lee: "Centro de Desarrollo de la Medicina Indígena Tradicional. Días de consulta: viernes, sábado y domingo".

Después de pasar por Reparito y San Lázaro, llegamos a Chinobampo (14 kilómetros; 28 minutos), donde se encuentra el trapiche de los hermanos Alvarez Ruelas (Leopoldo, César y Humberto) quienes, del 14 de marzo al 6 de abril, de miércoles a domingo, preparan, con un ejército de ayudantes y familiares, cinco enormes cazos de melcocha al día.

En esa temporada, docenas de personas llegan al trapiche desde hora temprana, toman su boleto y esperan, jugando, escuchando música o montando a caballo, su turno.

Cuando la melcocha está lista, las personas se paran frente a unas alargadas mesas de cemento sobre las que se vacía la...

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