Encaran artesanos crisis por Covid-19

AutorYanireth Israde

Las artesanas del Municipio de Tenango de Doria, en Hidalgo, cuyos textiles prolijos de color remiten a frutos de la tierra, animales y festividades de la región, apuran sus agujas para bordar tapabocas que salen de la Sierra Otomí-Tepehua para repartirse no sólo en México, sino también en Europa, continente asediado aún por Covid-19.

Aunque la Ciudad de México, epicentro de la pandemia en el País, es la mayor solicitante de tapabocas, las artesanas de tenangos -como se le denomina a este bordado tradicional, patrimonio nacional- reciben pedidos de alemanes, por ejemplo, ávidos de personalizar las mascarillas para transformarlas en sellos de identidad.

"Una chica de Alemania nos pidió que el suyo tuviera un chile bordado, porque allá no comen mucho picante; una de España pidió palmas, otra serpientes, alguien más una pera, porque tiene un restaurante y vende jugos y licuados. También nos han pedido girasoles. Y vamos a mandar también a Estados Unidos", relata Diana Laura Tolentino, originaria de la comunidad otomí de San Pablo el Grande.

Antes de que se popularizara el uso de cubrebocas, la propagación del coronavirus causó que se cancelara la venta de tenangos, cuenta la integrante de la cooperativa Hyadi Njü.

"Teníamos lienzos ya bordados en casa porque hacemos prendas como camisas, blusas y pies de cama. No se estaba vendiendo nada, nada. Cancelaron pedidos o dijeron: 'Espérame, porque ahorita no tenemos dinero', y decidimos entonces hacer cubrebocas", señala Tolentino.

La confección de tapabocas, primero a partir de aquellos fragmentos -porque tuvieron que usar lo que ya tenían- y luego en manta exclusivamente destinada a ellos, involucra a varias mujeres: mientras unas cortan, otras dibujan, bordan o se encargan del terminado.

"Estamos repartiendo el trabajo entre varias, para que, aunque poquito, tengamos todas", dice Tolentino, y aclara que los tenangos no solamente se venden fuera, sino que también los usa la comunidad en su atuendo cotidiano.

La parálisis de actividades por la pandemia de Covid-19 ha propiciado que los hilos traspasen la manta para enlazar también a los integrantes de la familia.

"Toda la familia está en casa, aunque no estamos tan encerrados porque vivimos en una sierra, y no tenemos contacto con otra gente que no sea de nuestro pueblo y podemos salir al monte, a la leña; los hombres van al campo, (porque) ahora es tiempo de resembrar maíz y frijol, y llegando de trabajar se ponen a bordar", cuenta Tolentino.

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