Empezar de cero (I)

AutorVerónica Sánchez

MÉXICO.- El calor con el que Yanisleidys Pineda estaba familiarizada hoy la sofoca. La música de reggaetón que tanto disfrutaba ahora la aturde.

Se encuentra en La Habana, Cuba, de donde emigró en 2009 y a donde autoridades mexicanas deportaron hace un año, el 25 de mayo del 2011. Lo peor es que estuvo a 50 metros de cristalizar su sueño: la garita del Servicio de Inmigración de Estados Unidos, en el Puente Internacional Número 1 de Nuevo Laredo, donde la pescaron por accidente.

Por si eso no bastara, Yanisleidys fue borrada de los registros oficiales de Cuba.

"Es como empezar de cero", resume su frustración.

Su historia comenzó en 2008, cuando se percató del "boom" de migración de cubanos hacia Ecuador, luego de que el Presidente Rafael Correa implementó la política de fronteras abiertas y eliminó las visas de ingreso.

La joven, entonces de 17 años, escuchó entre conocidos de La Habana Vieja que ese país era una vía segura para salir de Cuba. Sólo se requería de una carta invitación de algún ecuatoriano o residente del país, las cuales ya se vendían en el mercado negro. Cansada de su ínfimo salario, visualizó marcharse. Así lo había hecho, con éxito, siete años antes su media hermana, Yanicel, ahora radicada en Nueva Jersey, Estados Unidos.

Como secretaria del director de Aurora, empresa responsable de la limpieza de las calles de La Habana, Yanisleidys recibía al mes el equivalente a 131 pesos mexicanos. Por eso, aunque estuviera bajo supervisión de la Policía por prostitución y asedio a turistas, paseaba con extranjeros al salir del trabajo. Con su piel color chocolate, pupilentes verdes y extensiones de cabello negro a media espalda, atrapaba decenas de miradas a su paso. Italianos, ingleses o alemanes le daban pesos convertibles o cuc, moneda oficial que todo cubano persigue. El motivo: el valor de ésta supera 24 veces el del peso cubano, el manejado por la mayoría de la población.

Fastidiada de no poder ayudar a Rosa, su madre, Yanisleidys soñaba con comprarle un departamento en una planta baja para que no lidiara con los más de 40 escalones que separan el suyo de la calle. Cuando ella nació, Rosa sufrió un derrame cerebral y a los cuatro años el segundo, que la dejó hemipléjica. Aunque con la mitad del cuerpo paralizado logra vestirse, cocinar y hacer las tareas domésticas, requiere de ayuda para bajar las escaleras del viejo edificio que habitan y, por lo tanto, pasa la mayor parte del tiempo encerrada, fumando frente al televisor o...

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