'Empezó a darme de patadas...'

AutorJésica Zermeño Núñez

Angélica Sánchez Jiménez reconoce que viene de una familia "normal". Sus padres no le pegaban, por eso sabe bien cuándo empezó la violencia.

Primero creyó que había empezado tres días después de juntarse con el que ahora llama "el agresor", en 1991. De ese día siempre recordará la primera cachetada. Sin embargo, la violencia apareció quizá una quincena antes, cuando la empezó a presionar para que viviera con él.

"Lo traté bien poquito. Fueron veintitantos días de novios, nada más. Fuimos estudiantes de la misma escuela. Los dos estudiamos en un Conalep. Nos conocimos ahí. Después él se fue a Estados Unidos. Duró allá cinco años, luego regresó. Nos encontramos un día cualquiera en una tardeada, se acercó y me saludó. Era un chavo muy brillante, inteligente, muy atento. Pero no sabía lo que me esperaba, porque no lo conocía", dice hoy Angélica, con una voz fortalecida por los años y la terapia.

Apenas un par de semanas después del reencuentro, Ramón Martín Solís González le dijo que vivieran juntos. Pero la amenazó: si ella no se decidía rápido él se regresaría a Estados Unidos. La terminó convenciendo. El chantaje empezó. Así fue como se juntaron, ella de 19, él de 21. Llegaron a vivir a una pequeña casa en el terreno de los papás de Angélica, en la que aún vive toda su familia: 18 personas entre sus hermanas, con sus esposos e hijos, además de sus padres y sus dos hijas.

Pero después llegó la cachetada del tercer día. Y aunque no recuerda que haya recibido muchos golpes, pasó casi 15 años entre insultos, gritos y humillaciones.

"Cuando me embaracé de mi primera hija sí me pegó. Por cualquier cosa empezó a darme de patadas, de empujones, jalones de cabello... ya embarazada. Aunque fueron una o dos ocasiones más que él me pegó, no más", relata.

Hoy recuerda que su mamá siempre le decía que la mujer que se deja pegar una vez va a recibir golpes siempre. Quizá por eso se defendió más de los golpes que de las agresiones verbales, de las groserías, de los chantajes. Así pasó a formar parte de ese 67 por ciento de las mujeres mexicanas que ha sufrido violencia de cualquier tipo, familiar, patrimonial, comunitaria, escolar, laboral y de pareja, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2006, el estudio oficial más reciente al respecto.

Y aunque sus vecinos eran sus padres y sus hermanas, los primeros años no quiso molestarlos. Ellos habían tenido que lidiar con otro problema de violencia, con su hermana mayor...

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