El embajador polémico

AutorMartín Moreno

Tony Garza

La violencia se ha traducido en mayores riesgos para miles de ciudadanos. Un número mayor de estadounidenses asesinados y secuestrados lo confirma.

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"Como embajador mi principal deber es proteger a los estadounidenses [...] La criminalidad en la frontera no va a desaparecer de la noche a la mañana."

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Antonio "Tony" Garza se ha vuelto el embajador polémico. Ahí están sus cuestionamientos sobre economía, comercio, violencia contra periodistas e inseguridad en la frontera norte. Asuntos internos en la voz crítica del máximo representante del gobierno de Estados Unidos en México.

La mayor muestra de presión diplomática llegó con el cierre del consulado estadounidense en Nuevo Laredo, Tamaulipas, ocurrido el 1o. de agosto pasado y que se alargó durante una semana. Un hecho sin precedentes en la historia contemporánea del país.

"Es sin duda incómodo porque sus relaciones personales con algunos funcionarios, como con el secretario de Relaciones Exteriores, no son buenas", afirma el ex canciller Jorge Castañeda.

"Garza está repitiendo la actuación dura de John Gavin", acusan especialistas en relaciones México-Estados Unidos. "Cada vez que nos toca un mexicano-americano sucede lo mismo: dureza contra México", asegura el investigador del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), Jesús Velasco Márquez.

Para el ex embajador mexicano en Washington Jorge Montaño, el gobierno de Vicente Fox ha equivocado la estrategia con Tony Garza "al querer matar al mensajero y no entender el mensaje de fondo: la preocupación de la administración Bush ante el desorden en la casa del vecino".

Y es que cuando el embajador de Estados Unidos habla, lo hace fuerte y cimbra los principales escritorios del gobierno mexicano. Desde Constituyentes hasta Tlatelolco. Irritan sus críticas cuando talla la sensible piel del vecino. "Al gobierno mexicano se le ha olvidado que aparte de ser embajador, es el que más cercanía personal ha tenido con un presidente norteamericano, en este caso con George Bush", alerta Montaño.

A juicio del ex secretario de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda, el problema es que cuando el embajador estadounidense critica, "el gobierno invoca un anacronismo que nosotros mismos no respetamos y que nadie conoce en realidad: las reglas diplomáticas".

"Garza debería entender que sus opiniones y críticas juegan un papel emocional muy importante en nuestro país. Que critique, sí, pero no públicamente", recomienda el profesor del ITAM.

Pero más allá de críticas y enojos, algo es evidente: los señalamientos de Garza se han convertido en un martilleo constante a los finos oídos del gobierno mexicano.

El factor Garza

Cuando George W. Bush ganó en 1994 las elecciones para gobernador de Texas, no dudó en nombrar como asesor principal a Garza, un especialista en América Latina, observador electoral en países de alto riesgo como Nicaragua y El Salvador, donde la guerrilla influía en la decisión de los votantes. Fue el primer republicano hispano en la historia de Texas en ganar una elección para dirigir una oficina estatal: comisionado de ferrocarriles.

Ocho años después, el 22 de noviembre del 2002, presentó sus cartas credenciales como embajador al presidente Vicente Fox. Garza llegaba en un momento difícil para la relación bilateral. México no estaba en las prioridades sobre el escritorio del Salón Oval de la Casa Blanca. Poco después, en su libro El Oso y el Puercoespín, el antecesor de Garza, Jeffrey Davidow, definía que el mayor daño que Estados Unidos le hace a México "es ignorar a su vecino o -para llevar la metáfora al límite- entrar en periodos prolongados de hibernación, en los cuales, en forma insultante, presta poca o ninguna atención".

El desempeño de Garza durante su primer año fue discreto; aparecía en reuniones de estricto carácter diplomático, en encuentros sociales, en las páginas de las revistas que daban cuenta del jet set...

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