Carlos Elizondo Mayer-Serra / Pactos ciudadanos

AutorCarlos Elizondo Mayer-Serra

En las relaciones sociales hay una suerte de pactos entre los ciudadanos. No son escritos ni explícitos, por lo que hay continuos desacuerdos entre los grupos minoritarios o más débiles respecto a qué está permitido. Sin embargo, estos pactos regulan el comportamiento entre los individuos.

Por ejemplo, en los cines en la Ciudad de México el acuerdo es que se puede hablar, comentar y preguntar durante la película. Detrás de tanta conversación hay, generalmente, estupidez, pues la gente no entiende lo que está sucediendo en la película y manifiestan una baja capacidad emotiva para enfrentar alguna escena fuerte, pero es de mal gusto pedir que se callen. Pedir silencio suele producir enojo. Lo sé por experiencia. En contraste, en un cine en Houston, al que asistí recientemente, nadie hablaba. Supongo que si alguien lo hiciera sería silenciado por sus vecinos.

El pacto capitalino entre autos y peatones es claro, por más que ahora la ciudad esté medio vacía y no haya tanta necesidad de pelear por el espacio. En la ciudad el auto manda. Claro que las reglas no dicen esto. Nuestro reglamento de tránsito señala con claridad que el auto debe cederle el paso al peatón cuando da la vuelta, no debe pararse en los cruces peatonales y debe dejar pasar a los peatones cuando atraviesan, aun sin semáforo, si el cruce está marcado como paso peatonal. Sabemos que esto no pasa así en la realidad. Un extranjero que saliera a recorrer la ciudad habiéndose creído el reglamento moriría atropellado, como mueren muchos, sobre todo ancianos y niños. Al año mueren unas 620 personas por atropellamientos en la Ciudad de México, mientras que, en el 2009, fueron ejecutadas en el Distrito Federal y el estado de México unas 500 personas.

El auto no manda, sin embargo, cuando el peatón le hace la parada a un pesero. No hay paradas designadas. El conductor para donde se lo pide el usuario. Es el momento de la venganza. El peatón no puede cruzar la calle, pero el auto no sabe cuándo se va a detener un pesero. El transporte, además, hace base donde le da la gana, incluso donde explícitamente está prohibido, como en Paseo de la Reforma frente al Auditorio Nacional. Sólo respeta las reglas cuando se ponen barreras físicas, como sucede con el Metrobús.

Es fácil atropellar peatones porque son percibidos por los conductores como entes de otro planeta sin derechos. Incluso cuando se atropella a un policía y se le mata, aun...

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