Carlos Elizondo Mayer-Serra/ Compensar a los perdedores

AutorCarlos Elizondo Mayer-Serra

Ciertos conflictos parecen descomponerse sin remedio. En Atenco, ya no parece estar en juego el monto de las indemnizaciones. Tampoco se trata de compensarlos adicionalmente con concesiones u otros beneficios asociados al planeado aeropuerto. Los líderes del movimiento han sido claros. No van a dialogar sobre el aeropuerto. Se pueden sentar a platicar sobre el desarrollo rural de sus comunidades o el de América Latina, pero ni hablar de aviones y pistas. Suena conocida la posición. Así fue paralizada la UNAM durante meses, incluso después de haberse retirado la propuesta de aumento de cuotas.

Se comprende que así piensen los líderes vinculados a movimientos políticos radicales o de plano revolucionarios. Para estos líderes, el conflicto de Atenco es parte de un intento de movilización de masas nacional. No se trata de ayudar a un grupo de campesinos a resolver una demanda concreta. Buscan un cambio de fondo en nuestro régimen político y en el modelo de desarrollo. No es muy claro qué proponen a cambio, salvo algunos atisbos socialistas y antidemocráticos que manejan más bien con recato. Pero lo cierto es que saben que el gobierno difícilmente usará la fuerza pública y están dispuestos a exponer a algunas de sus bases en caso de que se diera un enfrentamiento. Saben que les es más útil un manifestante muerto que vivo, como ya lo vieron.

Menos comprensible es la actitud de romper todo espacio de negociación que parece ir dominando en las comunidades afectadas. Una expropiación mal compensada, como la originalmente planteada por el gobierno, era sin duda perjudicial a sus intereses. Pero, ¿no hay precio que los compense por la pérdida de terrenos de muy baja rentabilidad agrícola?

Las comunidades de la zona están en una posición de privilegio que pueden buscar capitalizar. Sin su consentimiento no habrá aeropuerto en la zona. Son las nuevas reglas del juego. No las del artículo 27 de la Constitución, pero éste ya quedó superado en tema que parecía sagrado, como la capacidad del Estado de imponerle límites a los propietarios por razones de interés público. Para toda obra que afecte a terceros se requerirá de consenso, o por lo menos de una gran mayoría, porque consenso en sentido estricto significa que un solo voto en contra es suficiente para evitar cualquier acción. Tendremos que sufrir el no tener obras o, en nuestra calidad de contribuyentes, compensar muy bien a los perdedores.

Dado que las alternativas de aeropuerto son, según los...

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