Entrevista / Elisabeth Beton Delègue / 'México es desconcertante'

AutorMiguel De la Vega

FOTOS: ODETTE OLGUÍN

Elisabeth Beton Delègue debe ser la más mexicana de las embajadoras que ha tenido Francia: come chapulines y también escamoles, le fascina la sopa de lima, ha recorrido la mayoría de los estados y -que no se enteren en París- no quisiera irse de México.

Sin embargo, su periodo al frente de la embajada concluye a fines de julio, antes, tal vez, de lo que a esta diplomática de carrera le habría gustado.

Y es que los dos años que permaneció en el cargo no fueron para turistear. Más allá de la tradicional fascinación que dicen sentir los embajadores extranjeros, Beton Delègue le entró a todo los temas: desde intercambio comercial hasta becas para estudiantes y festivales culturales.

Pero su principal misión fue devolver las relaciones a la normalidad tras el conflicto en torno a Florence Cassez, el único tema que le quita la sonrisa que la caracteriza.

¿No le da miedo regresar a Francia?

Tengo una gran tristeza de dejar México, pero regresar a Francia, no, no me da miedo.

Se lo pregunto porque allá está Florence Cassez.

No entiendo el sentido de su pregunta.

Salió libre, pero nunca fue declarada inocente como secuestradora.

El caso Cassez pertenece al pasado, de verdad. La Suprema Corte lo cerró y punto.

Sí, pero usted tuvo un papel vital en todo ese proceso y es algo de lo que nunca habla.

Por supuesto tuvo un gran impacto en la relación bilateral, pero, fundamentalmente, se solucionó por la vía jurídica. La salida fue cuando los presidentes decidieron que no

tenía que contaminar más las relaciones.

¿Valió la pena?

No se puede rehacer la historia. Lo importante es que este caso finalmente se solucionó aquí, en México, por la justicia mexicana. Nada más.

Personalmente, ¿usted cree que era inocente?

Tengo una convicción: cada individuo cuya culpabilidad no está comprobada, es inocente.

¿Era usted incómoda para México?

Nunca lo viví así. La acogida aquí fue espectacular y todas las puertas se abrieron. Este caso se convirtió en un conflicto político entre dos presidentes, pero todo lo demás se integra en una relación de largo plazo, de amistad, y nunca se acabaron los lazos, nunca se acabó la cooperación, nunca se cerraron las puertas. Desde el primer día me sentí muy cómoda.

¿Qué tan complicado fue volver a echar a andar la relación?

Trabajamos en varios ámbitos: tejer de nuevo los lazos con todos los amigos de Francia, pero

también ampliar estas redes, en particular con los jóvenes, el mundo académico y salir de la capital...

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